miércoles, 31 de agosto de 2011

PAHARGANJ



Revisando episodios escritos de India, los cuales podrían armar una novela, encontré en el primer capítulo este fragmento sobre la calle Paharganj de aquel entonces cuando todo era un armónico caos y hasta un elefante se desplazaba de tanto en tanto.


El argentino salió de un restaurante y por poco a él también lo pilla una vaca. Enfiló para el lado de la estación y esquivó dos rickshaw que se le venían encima pero se encontró delante a una bestia como un mamut que avanzaba para aplastarlo entonces dio un salto gritando muy divertido, ¡Esto es como los jueguitos de los bares! Siguió sin acordarse por qué había salido. El mambo que me dio ese shilon, loco, que bueno, y con la plenitud del hash embistió la noche del trafico alucinando con las luces y los humos y las ropas que cuelgan de las tiendas, y… ¿los maniquís?, no, son personas, se mueven loco, no te pases, y el barbudo, (el que le pega a Olivia) le preguntó, you remember me. Le dijo que sí y huyó dando bordos entre la multitud. Casi pisa un cerdo. Se quitó de las piernas un niño que lo agarraba pidiéndole rupis please. Iba feliz y entretenido con las figuras que le asaltaban, sí, sí, como en los jueguitos, un tipo delgado se le reía en la cara, otro motorickshaw lo perseguía, las luces de los STD, y una rubia de trenzas con un culo flotante en esa falda rajastani. De pronto no se dio cuenta que estaba la avenida hasta que vio ese taxi oscuro que aceleró para atropellarlo. Lo esquivó con gesto de torero pero a la derecha lo atacó a muerte un camión enloquecido aullando la bocina. Saltó a una isleta de piedra donde se sintió protegido, y en ese instante le llegaron reminiscencias de un colegio de Buenos Aires, entonces, enredando los dedos gritó, muy fumado, ¡Pido gancho el que me toca es un chancho!