jueves, 30 de diciembre de 2010

LAS COSAS CLARAS

LAS COSAS CLARAS

Los muckakanos a primera vista se parecen a nosotros. A segunda vista se los ve raramente quietos y raramente sacudidos. A tercera vista los muckakanos parecen de otra galaxia. Pronto o más tarde uno se da cuenta que han cambiado de colores según la hora que transcurre. Los muckakanos al mirarte miran el mar atravesando tu nuca con la mirada. Cuando caminan no hacen ruido, y juraría que no dejan huellas. Cuando ríen la risa te suena en los mismos huesos produciendo una vibración de alegría tal que al dormir te despiertas por la noche sacudido por las carcajadas. Pero todo eso tu no lo pudiste ver porque los celos te tapaban hasta los oídos porque no se te ocurrió mejor estupidez que preguntarle a tu ex chica como hace el amor el muckakano y ella te respondió lo hace cepillándose los dientes y tu le dijiste como es eso y ella te explicó porque se los cepilla entre mis piernas y ahí mismo te dio la histórica pataleta tirando todos los muebles que había a tu paso y desde entonces miraste tan mal pero tan mal a todos los muckakanos que te quedaste ciego ante la certeza de que los muckakanos son un ejemplo a seguir, una referencia, una posible puerta de salida y si no fíjate como tienen ellos su territorio, compáralo con el nuestro que huele de oxido y podredumbre de tanto exceso de mentira entonces si realmente quieres a tu ex chica alégrate que este con un muckakano y no con un imbécil de nuestro territorio que, que, ¿Qué? ¿Qué dices? ¿Qué no la quieres ya? Vaya, entonces déjame en paz y no me vengas mas con huevadas.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Esto pasa a veces

(Letra para rock, blues o folklore acompañado de panderetas)


Llevas dos semanas con ella. Y hay dos espejos
En uno ella se peina y en el otro deja la sonrisa

Estas viajando por el territorio de los muckakanos
Estas en esa carretera interminable que lleva a una ciudad,
Donde los muckakanos de primera línea, te van a recibir.
Pero ella quiere comer en un chino
y te dice que esa gente con ese nombre le da mucho miedo.
Entonces tú le quieres describir a los muckakanos.
Pero ella con los nuduls colgando de la boca se tapa las orejas con las manos y hace ahhhhaaaaaaaaaaaaa.

Ya van dos meses que ella llora después de hacer el amor
Ya van dos meses que tú te ríes cuando la ves llorando
Ya van dos meses que estas en la tierra verde de los muckakanos
Ya van dos meses que buscas el camino que va hacia el mar.
Y no lo encuentras, ayy, que cosa, que poca importancia le estas dando al camino.

Ella tiene ahora tres espejos, uno para peinarse, el otro para sonreír, y el otro para ver a su amante, el muckakano con el que se acaba de ir

Y ahora que vas a hacer tú
Ahora que ella se te fue con el muckakano.
Y ahora que va a hacer con esas estúpidas lagrimas
que están señalando el camino hacia el mar
Y ahora que vas a hacer cuando te encuentres solo en la playa
y no veas mas a nadie
y no veas mas a nadie
y no veas mas a nadie.

sábado, 25 de diciembre de 2010

resurrección

La fiebre parecía remontar hacia lo más alto, y él sudaba en el camastro mirando hacia la ventana los resplandores de la tormenta mientras estallaban los petardos en la noche de Diwali.
David sintió en un momento que podía morirse esa misma noche y lo sintió al darse cuenta que los ruidos no le llegaban a él sino a un oído que parecía haberlo abandonado como si ya no le perteneciera.
Entonces fue ante el segundo relámpago seguido de un trueno seguido de una traca de cohetes cuando sintió que su cuerpo yacía debajo de él. Que la fiebre ya no le afectaba. Tuvo miedo y tristeza. Tristeza de haber muerto tan lejos de la gente que quería.
Súbitamente el mundo de los ruidos se fue perdiendo y le llegó como salvavidas el mundo de los sueños.
Soñó con caballos salvajes galopando en la interminable pampa. Los cascos sonaban ahora en su oído real provocándole una intensa felicidad como si la felicidad fuese algo caliente que lo empapara por dentro.
Despertó al amanecer rodeado por los quejidos de los cuervos. Esta vez oía, sí que oía, oía los cuervos, oía los petardos que los niños de abajo tiraban en la calle y se reían.

jueves, 9 de septiembre de 2010

poema ocurrente 4



I n c o g n i t a

Este tiempo único y ahora
O cualquier tiempo en un día
Que parece que pasa pero al final se queda
Esta fuente de vidas que fluyen y se disuelven
Esto que tengo aquí, con piernas, con brazos
y posiblemente cabeza
Aunque no se sabe porque toda duda procede de esa
más que dudosa cabeza
Esto que me rodea lleno de aire y de colores
Esto que veo cada día y que se parece a un sueño
cuando duermo envuelto en la humedad de mi isla
Y la pregunta vendría a ser:
¿Qué sucede con todo lo que está más allá
de lo que veo, de lo que siento y lo que pienso?
La respuesta es:
Ve a la esquina donde está el farol y cuenta los insectos.
Vale.

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lunes, 6 de septiembre de 2010

Ocurrentes 3

P A T I T O F E O (versión libre)


Turro, Tuco, Torrero, Tarado, Trampeta, Trastoso, Pastoso
Que te entiendes con la pizza de queso de plástico
Tú, que eres eso que la gente no mira
Ese tipo que nadie pide en el supermercado
Ese lechuguino que entre millones eres una milésima
Merecedor de todos tus motes
Pendejito, taquito de rana, infimin, caquita de bacteria, pitilin de liliputiense, palillo usado, mimimninin
Tú que una noche desapareciste en el abismo oscuro de
un inodoro a la turca

Y de repente
Sacaste las alas de tus cinco costados
Y remontaste vuelo por encima de todos ellos
Y ellos, en las avenidas
señalaban hacia las nubes
y gritaban, ¡que eso!, que nos va a hacer!
¡Qué miedo! ¡Qué peligro!
¡Porqué a nosotros que éramos tan felices!
Pero Tú, desde el cielo de tu victoria
Les lanzaste un escupitajo.

Ultimas noticias:

Escasa posibilidad de vida en la cuidad
Inundada por aguas misteriosamente espesas.
Toda una sociedad civilizada
Responsable y custodia del orden y las buenas costumbres
Quedó sepultada bajo una descomunal SALIVA


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viernes, 3 de septiembre de 2010

Poemas ocurrentes 2

.


A T I

Porque me transformas en espejo
Porque me tuerces el yo hacia el otro lado
Porque erotizas mi subconsciente
Porque emborrachas a las mujeres
abriendo sus piernas sonámbulas
Porque contigo subo encima de mí
Y me deslizo en el tobogán de mi inconsciencia
Por las veces que me has colmado con tu liquido de locura
Porque me has dado la carcajada llena de dulzura
Porque, a pesar del dolor de la mañana
He podido ver con toda nitidez
El morado del tomillo ante el radiante mar
Por eso y por tantas cosas más
Te amo perdidamente
¡Hierbas con hielo!


I N T R I G A

La vida es total intriga
¡Chocolate para la noticia!
Pero bueno: dos vías:
Resolver la intriga o nadar con ella
Yo prefiero nadar en el mar
Comiéndome el Big Bang, la teoría de la relatividad, el agujero negro
Y demás horteradas
Y me siento en un banquito a contemplar
El río de humanos que nace y se muere
¡tan nenito que era! y ahora ¡qué mayor se nos vuelto!
¿De qué murió? Nohhhh. No somos nada.
Tapate la boca con caca
Y Usted Señor Dios ¿fue por resaca que puso a este Papa?
¡El fin del mundo está cerca! ¡Arrepentíos pecadores!
Qué intriga ¿A dónde iremos?
Al limbo donde esta Marilyn follando con Quasimodo
El Bestio y la Belleza y vayan pasando que está servida la mesa donde los componentes del Juicio Final esperan al encargado de la defensa que se ha retrasado por causa de una cirrosis repentina
La vida es una total intriga
Menos mal
Porque no hay peor horror
Que un bodrio organizado
Por eso sigo en el mar
Flotando bajo el resplandor
De otro sistema solar.


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martes, 31 de agosto de 2010

Poemas Ocurrentes

La serie de poemas que escribió llevan como título
Poemas ocurrentes
No sé si porque se me ocurren en el instante o porque ocurren en un espacio fuera del mental.
Me inclino por lo segundo
Ahí va el primero:

DE REPENTE

De repente solo de repente, la gente y sus hábitats,
Los habitantes y sus huecos y sus gritos y sus risas
Y el hambre y la nausea y el odio y la pena
Y el amor o eso que llaman amor que sale de repente
cuando anochece o atardece y de repente todo y todos se
vuelven inconstantes como si estuvieran hechos de nubes
Como si los inventara yo de repente
Como si fueran visiones detrás de la modorra de la siesta
y entonces eso que creía que era y que eran se transforman en pensamientos vacuos de entusiasmo porque de repente
me estoy yendo durmiendo deshilachando y no sé si sigo
en este mundo o de repente me puse a un costado para
ver cómo va la cosa.




segundo

SATURACION
Te quiero pero ahora te quise y no es lo mismo
Porque no es que no te termine de querer sino que
ya no quiero más, porque estoy SATURADO.

Saturado : (dos puntos)
a) Bronca conmigo mismo porque al quererte no vi el horizonte
b) Discusión conmigo mismo porque al quererte mis amigos se volvieron papelitos.
c) Fastidiao conmigo mismo porque al quererte desaparecieron los árboles y me encotré frente a un espejo oxidado en cuyo cristal se leía, “Saturación” “Desgaste” “Hartazgo” "Agobio"

Anuncio 1)
“Hombre gris busca información sobre la libertad total
Llamar al número 9022345

Anuncio 2)
Hombre de x años, feo, pesado, pedante, pelado y saturado invita al personal que quiera rajarse de la tierra, a un espectacular harakiri que se efectuaraa las 10 am en el Centre Pompidu de Paris.
Al termino pasaremos el sombrero.


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lunes, 5 de julio de 2010

london pub


Continuo después de tanto tiempo con el siguiente fragmento de la misma novela de Andrés.
lo habíamos dejado en París, ahora se ve en este una loa a los pubs, algo del alma de Londres.


Fragmento

También sucede el fenómeno de notar que el Londres del primer día y los primeros ingleses desaparecen con el tiempo para dar lugar a otro Londres con otros ingleses aunque para la estadística oficial sean los mismos. El primer día todos los ingleses son iguales, aunque uno sea gordo y el otro alto doblándose al caminar, y aquel sea bajito y el que viene detrás lleve sombrero bombín con paraguas negro y portafolio bajo el ala y se cruce con un pelo abultado con gorro rasta, siguen pareciéndome hermanos con la misma cara entre perdida y aburrida, caras que se moldean con los gases, los sonidos y las visiones que se dan en una ciudad como Londres donde las épocas parecen encontrarse.
A mí me gustan los pubs. Las ventanas de vidrio espeso. Los cortinados violetas. Esa moqueta lila en el suelo que da alma al color de la cerveza agria. Beberse la jarra junto al fuego del hogar que hay en el medio del pub. Los pubs son criaderos de sueños, porque en el agrio tibio de la cerveza surgen los lejanos mares que uno le cuenta al amigo y se ve un futuro de palmeras y costas con casuchas de palo, el humo lejano y la montaña verde espesa con su cráter de volcán, esa isla donde ya no nos importa otra cosa que vivir lo que se encuentre al alcance de la mano. Ahora esa mano sostiene la jarra que se está acabando y el amigo, ese otro yo, me dice, vamos a por otra, hay un par de libras todavía y nos sobra para volver ¿O mejor, qué te parece volver caminado? A la cuarta pinta de Fullers el toilet es como la piscina de un club donde se juntan los socios y mean soltando los chistes maravillosamente estúpidos. Los ingleses entonces, tímidos, de mirada neutral, se meten una serie de pintas, sacan el diablo por los ojos rojos y enseñan los dientes, exageran las risotadas, dan saltos de epilépticos. Uno es mas amigo de todos cuando esta borracho. La cerveza sigue entrando con el gusto de la decoración, los espejos de la barra bajo el alumbrado de lámparas viejas con pantalla. Pronto se escucha la voz del camarero gritando “Last orders gentelmen” y hay que tomar la última, una suerte de tiro de gracia porque si hasta entonces uno no está del todo borracho la “última orden” le desmonta ese control que todavía creía tener. El espectáculo se da a las once de la noche cuando las calles desiertas se pueblan de multitudes saltarinas, grupos que cantan, viejas con sus sombreros de flores y caballeros que vomitan entre los coches. Los underground se llenan de locos y es una pena que la humanidad no siga así al día siguiente.

lunes, 3 de mayo de 2010

encuentro


Al final del capítulo de Paris, Andrés tiene un mágico encuentro en una fiesta más snob que bohemia.


(Fragmento)
Por esa época, a dos meses de mi llegada, ya estaba pensando en irme, Londres estaba allá, al otro lado del agua. Casas de Dickens, parques solitarios con ardillas y flores, los hippies en los mercados y los recitales en los parques. Podía ver quizá a Pink floyd, a los Rollings, y por otra parte mi otro Andrés quería volver a un pasado de viejas iglesias y cementerios en los jardines, a un concierto de Bach en una cripta antigua. Ir a la Torre de Londres donde tal vez retumbaban los gritos de los infantes cuando los están degollando los emisarios de Ricardo III. Estaba seguro que me iba a encontrar con algo de la memoria de mi otra vida.
−Londres es más íntimo – me dijo un venezolano en una fiesta de sudamericanos que me llevó Martín – Mira como te lo pongo, Londres es como una mujer que te la puedes llevar a la cama sin problemas, en cambio para llevártela a París tienes que casarte con ella y encima conocer a sus padres.
Era un mulato alto con risa gutural - París es napoleónica –exclamó− arrecha, grandes avenidas, monumentos arrogantes, el Arco de Triunfo, la torre de Eiffel. Yo prefiero Londres, es amigable de casas iguales y encantadoramente descuidadas, en Londres hay una locura natural y muy profunda, hay algo del mundo de sueños, de fábula de hadas, y no te pierdas Porto Velho Road chico, ahí está la mejor gente, puedes fumar sentado en la acera y los policías pasan sin decirte nada. Si haces eso en París vienen estos flikis coños- e- su -madre y te llevan porque en la France ¡pa fumer!.

La fiesta era un piso viejo frente al Sena. El balcón daba al puente Alexander II que llega a la tumba del mismísimo Napoleón. Un pintor argentino gordo, vestido con tola de cura y en calzoncillos se apoyaba en la baranda del balcón cuando en el río pasó una chata apenas alumbrada por dos bombillos.
−Que fabulosa panorámica che – me dijo - ¿viste que bárbaro?, de pronto tiene un parecido con el riachuelo.
Tenía papada de cura y ojos de asombro por cualquier cosa. Una porción de artistas argentinos habían acudido a esa fiesta que nos coló el hermano de Martín. Lástima Cortázar, no puedo venir. Un crítico de arte recién llegado de Buenos Aires se repantigó en una butaca y no se movió en toda la noche clavado con el peso de su descomunal panza de sapo – A Buenos Aires no tienen que volver chicos, nunca, nunca, se pudrió todo, cerraron el Di Tella, se fue todo el mundo y la policía les corta el pelo a los chicos que encuentra en la calle. Imagináte que barbaridad, la opera Bomarzo de Ginastera sobre el libro de Manucho, ganó un premio en Nueva York y la censuraron los milicos de mierda en Argentina, no se pudo dar, ves, la puta que los parió, van a censurar a Mikey Mouse si siguen así!
En una habitación larga, pasaban un shilon por un círculo de gente sentada, Eran pocos los que fumaban, y gracioso como discutían dos argentinos, uno defendía el hash mientras el otro alegaba que era otra forma de dormir a un pueblo.
−Pero nooo, boluuuudo, todo lo contrario, mirá, hasta que no fumes aunque sea un pitada no vas a entender nada.
−Esta es la mierda que van a repartir por el pueblo como suplente de las religiones
−Pero no digás pavadas ¡por Dios!
Se ponía nerviosos el defensor del hash, la nuez puntiaguda le bailaba en la garganta – Todo lo contrario, el que fuma le dice adiós al sistema, mirá los hippies si no.
Los dejé, harto, hasta la cresta de discusiones vacías. Volví al balcón donde por suerte, el cura no estaba. El Sena discurría tranquilo mezclando los reflejos de los faroles. Los tejados de París rodeaban la torre de Eiffel que surgía como una monstruosa sombra de acero metiéndose entre las estrellas.
− ¡Quiero ir a Londres ¡ – casi grité y oí una voz a mis espaldas.
− ¡Andrés, tú eres Andrés!
Me volví, ¡Begoña! chocamos con un abrazo apretándonos con todo el alma. Begoña, la chilena del barco, en el abrazo vi en un flash la borda del Donizzeti, la gente andando por cubierta, el sol en la piscina, y Begoña con ese bañador que mostraba parte de las nalgas, ¿Begoña que haces aquí?
− ¿Y que haces tú puehuevon?, que alegría de verte.
−Yo caí en paracaídas a esta fiesta,
−Como yo, me trajo mi cuñado Enrique que es amigo de ese guatón tremendo que está ahí en el sofá.
−Estas fumada.
−Tengo un pelotazo que no te cuento.
Y como yo también había fumado mientras los argentinos debatían sobre el hash, me quedé un rato mirando a sus ojos sin decir nada como ella que sonreía y no desprendía sus manos de mis codos y en el largo rato mirándonos me acordé de las ganas que yo le tenía en el barco cada vez que ella me apartaba porque decía que yo era bueno para la copucha, el chisme, aunque era ella la que hablaba del resto de los pasajeros, del español que esta pichando con la Marieta, del mejicano raro ese que tenis en el cuarto, y ahí mismo en la fiesta de artistas me confesó que el Jorge con quien se había acostado le había escrito una carta pero ella no le iba a responder, no me gusta volver al mismo río, ¿volverías tu con la señora alemana? Te digo que si estuviese aquí esa mujer me echaría encima porque ¡ando con hambre! A mí me excitaba, me dijo Begoña, cuando me contabas que la alemana te llevaba a su camarote, me dejaba aguita entre las piernas.
− ¡Que me estás diciendo Begoña!
−Ya pues cambiemos de este cueva de intelectuales jurásicos.

Begoña vivía en una bohardilla que le había dejado su hermano Enrique, quien llevaba dos años en París con su mujer. Los peldaños de su casa eran como dibujos de gravados cuando me llevó arrastrándome de la mano hasta llegar a la puerta. Le costó meter la llave con risas como toces por el hash que nos duraba picando por dentro. Entramos pegados por el beso, la noche atravesaba la claraboya alumbrando la cama con luz de luna, Begoña puso una vela en el suelo y empezó a quitarse la ropa. Empujados por el hash que recorría calentando la piel, nos buscábamos los cuerpos como desesperados luchando entre risas y jadeos y la fuerza de sentir que por fin se dio un sueño que venía de tan lejos. Pensar que desde el medio del océano Atlántico nos moríamos por un encuentro como este. Fue tal la bestialidad de la excitación que la bohardilla pareció crecer y hacerse más viva. Ya no era el efecto del hash, era otra cosa que solo podía entenderla más tarde en la India.

jueves, 29 de abril de 2010

Nesh, nesh


Andrés asiste alucinando a su primera nevada pero después

(fragmento)

Con Anne nos veíamos por las mañanas en el desayuno. Era un pajarito acurrucado levantando el bol de café con leche, mirándome sin expresión, diciendo cosas como la nieve que están anunciando y el frío horrible que se viene, que hubiese sido mejor quedarme en España donde está el sol porque aquí cuando caiga la nieve nos vamos a morir porque no vino nadie a arreglar la calefacción y merde, merde , le frois.
Una mañana estaba yo en el baño y oí los gritos de Anne -¡Merde, merde, la nesh, la nesh!
Por la ventana los copos bajaban en silencio y el espacio entero se cubría de un blanco protector −merde, la nesh, la nesh – seguía Anne protestando y yo pegado a la ventana viendo por primera vez esos copos que parecían inflarse y reproducirse como átomos tan blancos, ¡tan blancos!, la nesh, la nesh, el nombre en francés es onomatopéyico, nesh, aunque la nieve no suene termina dando esa nota; nesh, nesh, nesh, y blanquea los tejados oscuros, se desprende de las cornisas, cubre de azúcar las cañerías.
Anne salió al trabajo con la bufanda hasta los ojos y un gorro terminado en pico como el de los gnomos. Se alejó con el mismo estribillo, merde, la nesh, la nesh.
No fui al trabajo, no importa. Martín me marcaría la ficha como lo hice yo por él la semana pasada. A menos que se le ocurra no ir para dar un paseo por la nieve de las calles. La nieve amontonándose en los cordones de las verdeas, cubriendo de blanco los techos de París.
El metro me dejó en los Champs Elises; y lo mejor era estar ahí presente caminando con toda la intimidad del frío y ver las estatuas quietas en tremenda soledad con las cabezas nevadas como sombreros de plumas de cisne, y las ramas congeladas de los arboles, las placas de hielo que cubrían los estanques, un pato que patina en un blanco y negro de foto eterna, la nesh, la nesh seguía cayendo lenta en miles de copos que cubrían la vista y mi juego fue mirar al cielo para llenarme de copos la cara pero en mis alucinaciones no me di cuenta que la nieve moja los zapatos y los traspasa.

Por la noche el mareo y los temblores cantaban una gripe. El termómetro de Anne dio 40º. Me tomé un par de aspirinas pero qué podía hacer si la gripe se había instalado. Por la ventana los copos gruesos atravesaban las luces. Cerré la persiana y al apagar la luz y meterme bajo las cuatro mantas el sueño me cayó de golpe como si me tragase un frasco de somnífero. Me desperté a medianoche en lo oscuro, tiritando como un loco con malaria. Se mezclaron imágenes, sombras que anunciaban las pesadillas, un grito que vino del techo y la voz susurrando en mi oído, la están matando, la están matando. Quise levantarme para prender la luz pero me dio un ataque de escalofríos. Un rayo explotó en mi cabeza dividiendo líneas doradas y a la vez quedé dividido en múltiples yos. No podía definir cuál de los yos era yo. Cada uno estaba vivo y hablaba desesperado con tono histérico, Ya, levántate hijo de puta que tenés que ir al baño o le vas a mear la cama. No pienso, no quiero levantarme. Porque no se dejan de joder y vienen para aquí que estamos todos reunidos. No quiero ir porque ¿sabes lo que pasa? Son fantasmas. No, son yo, como no voy a ser yo. Te vas a morir, y a Ann ya la mataron. Ahora me van a matar. Quien te dijo que estas bien. Estas peor que nunca.
Oí risas, un viento agudo sopló por el parque donde se perpetuán las estatuas llenas de nieve, y están muertas. Las estatuas siempre están muertas y hablan desde las tumbas. Tenés que ir al baño hijo de puta. No, no voy porque me matan en el pasillo. La risa otra vez grotesca como hiriendo desde abajo de la piel. No te matan, te mueres en el corredor congelado porque está nevando dentro de la casa, la nesh, la nesh, merde. ¡Basta! ¡Fuera todos! Quiero ser uno. ¡Qué iluso quiere ser uno! Uno serás después de que te maten. Me meo, me meo, baño, el baño está congelado, y ahí te calvan un cuchillo de hielo que se te mete por tu cuerpo amarillo, amarillo como los tuberculosos que ya están muertos como tú, como Ann, como las estatuas en el medio de los parques helados.
Ninguna droga fue más fuerte que el delirio de esa fiebre.



viernes, 23 de abril de 2010

los amigos


De la misma novela.

Llevando un mes en Paris, vive Andrés en la casa de Anne, una francesa diminuta amiga de Pierre Joligard, y trabajaba en un depósito de mayoristas de floristerías. Allí hace dos grandes amigos, Juan, madrileño, hippie, de pelo largo y barba Moisés espesa, Y Martin, un argentino bajito de gafas lupas, hombre de izquierdas de los de entonces.
Las escenas siguientes son, una discusión en el restaurante y luego una formidable borrachera.



(Fragmento)

Las discusiones se daban a la hora de comer. Cada mediodía al salir de ese tinglado de flores Martin, Juan y yo solíamos sentarnos en la misma fonda barata que había en una esquina. Nos acompañaba Paquito; otro español de Alicante y Wong un japonés que no entendía casi nada pero se divertía con el soniquete de nuestro castellano y advertía la diferencia de timbre entre los argentinos y los españoles. Wong leía y leía novelas mientras comía y Martín repetía el mismo chiste tonto al ver las letras en japonés, Wong cortála con la pornografía. El menú de cuatro francos consistía en una sopa de primero, de segundo estofado con papas o macarrones, y una manzana de postre, en fin, variaba poco. Cuando nos daban pescado lo dejábamos porque olía.
−Con ese pensamiento – decía Martín – los que no tienen nada seguirán sin nada con un patrón que les pisa la cabeza mientras vos ahí con el cuento de que primero tenés que conocer quien sos. ¡Dejate de joder Andrés, no hay tiempo! Informáte un poco de lo que pasa en Brasil por ejemplo. Hay esclavitud, los chiquitos con la panza de agua al lado de las empresas americanas que se llevan el azúcar, el coco, che, no queda otra que la revolución.
−Pero a mí quien me garantiza que después de barrer con medio mundo se va arreglar la cuestión, y te repito, el Che Guevara tuvo que hacer un trabajo interior para ser quien fue, no podemos tratar de arreglar cosas afuera cuando todavía las tenemos adentro porque si no pasa que lo que acaba de suceder en Praga.
−Pero eso es por incomprensión de...
− ¡No! Eso es porque no se dieron cuenta que tenían dentro el mismo mal que querían combatir afuera.
−No, no es así pará, pará – Martín solía levantar la mano pidiendo pausa para ordenar sus argumentos. Juan decía:
−La propuesta hippie une las dos cosas, hace la revolución sin matar a nadie, la no cooperación de Gandhi, y encima sin eso enfermizo de seguir un profeta o un puto organizador “Don´t follow leaders” Bob Dylan canta la verdad en cada párrafo ¡hombre!
−Pero te repito...
− Un momento Martin que me falta algo.
−Te repito que cómo carajo vas a arreglar el problema sentándote con una puta florcita, Juan por dios.
− Y al mismo tiempo te conoces a ti mismo explorando la mente con una buena maría, ¿está claro?
El camarero y el supuesto dueño detrás de la barra parecían hermanos de panza, como si los dos se hubiesen comido una pelota del mismo número. Nos miraban con todo el desprecio de la tierra sin disimularlo, el camarero torcía un rictus de asco. A la hora de pagar nos trataba como policía anotando una multa.
Los pelotas, los pelotas son los peores – me decía Juan cuando regresábamos al maldito trabajo – hay un español ya mayorcito que reparte las plantas y lleva años trabajando aquí, dice que el patrón es buena gente y que nosotros lo que tenemos que hacer es trabajar y callar, antes de irme le voy a callar yo rompiéndole la boca.

Una tarde, a la salida del trabajo nos emborrachamos. Había una caja de vino olvidada en la puerta de un bar y los cuatro (el japonés no estaba) cogimos cada uno una botella y la metimos bajo el saco. Era un vino agrio y rasposo pero había ganas de soltarse y desatar la lengua del espíritu y caminar borrachos por calles insólitas viendo como anochece en una ciudad que podía ser Praga o Buenos Aires, Mira esa esquina, ¿no estaba en Malasaña?, dijo Juan, quien coño la trajo aquí. Paquito se reía llorando, siempre calladito ahora gritaba que los jardines todos se vayan a tomar por culo. Martín insistía en una guillotina pero perfeccionada, mirá, tres cuchillas que bajen por tres carriles diferentes, me… ¿me seguís?, y sabes qué loco, ruedan las tres cabezas al unísono. Juan decía que primero hay que hacer una de tamaño maqueta para guillotinarle la polla a Franco y tenerlo un rato largo con la polla cortadita antes de meterle la cabeza. Cruzamos un parque solitario donde Gastón Leroux habría escondido algún personaje tras el misterio de los arbustos. Juan nos hizo sentar en la hierba y nos recitó un poema suyo que habla del África, de los amarillos del África que tienen alma de océano y los pájaros no paran de cantar la imbecilidad de los hombres y las guitarras eléctricas se vuelven pájaros y los pájaros se dejan las plumas largas y follan todo lo que pueden entre las hojas, entre las sombras, entre los coches de un parking, y las viejas sentadas en el banco de una plaza miran el amor de los pájaros que les transforma el cuerpo haciéndolas pequeñitas y las viejas entonces saltan a la hierba con sus muñecas bailando Animals de Pink Floyd y de pronto las flores siguen creciendo hasta superar las copas de los árboles y por fin entre múltiples colores que dan los reflejos de las flores se asoma el Buda sonriendo sin más.
Aplausos, aplausos. Me gustó, le dije, escríbemelo por favor.
Pero ¡hombre! , como hago para acordarme si lo acabo de inventar ahora y ya me lo estoy olvidando.
Hacía tiempo que no bebía tanto. Vomité en un basurero bajo el aplauso de mis amigos, al colmo que después tuve que hacer una reverencia porque los aplausos no paraban.

lunes, 19 de abril de 2010

el angel con cara de buda


Después de largo viaje que semeja un retiro, vamos a hacer de cuenta algo que es real: la relatividad del tiempo. De modo que el ultimo fragmento sobre el autostop, lo envié hace 4 dias reales, aunque haya pasado un aparente mes.
El siguiente fragmento (autobiográfico total) trata de la llegada de Andrés a Paris. De la relatividad de la suerte. De ese camino marcado sin dudas, y de el aire de aventura que respira un viajero a esas edades.

Andrés llega a Auxerre tras un duro autostop, subiendo la calle empedrada se topa con un viajero que lleva una chistera blanca y mochila. Su nombre es Pierre Joligard, que le invita a un sándwich y un cerveza, y le cuenta su aventura cuando asistió al festival de Woodstock, cuando se despiden ocurre lo siguiente.



(fragmento)

Nos despedimos con un abrazo bajo el farol. Lo vi desaparecer tras la curva confundiéndose con las sombras de los árboles. Entonces seguí subiendo la pendiente y en la esquina me emboscaron dos fliks, policías muy altos y oscuros con sus cinturones y cartucheras brillantes – Les papier – entregué el pasaporte – ¡Mon dieu argentine!, conviant de argent vous avez – Enseñé los tres francos
- Ale a la police.



Desde las rejas de la celda se veía el patio que la luna aclaraba con un color helado. La celda era un cajón de dos metros por dos y techo bajo, un charco en el medio y un camastro de madera húmeda. Las tiritonas de frio aumentaron mientras seguía pegado a las rejas para ver el resplandor de la luna que apartaba al fondo la tétrica oscuridad. En la celda vecina aullaba un borracho, y cada tanto daba patadas furiosas contra la pared de mi celda gritándome ¡Cochon, fille de putain Je te vé tué – Todo esto sin conocerme.
Fue un rato largo con la cara en las rejas esperando algo que no sabía y que podía sacarme de esa tumba. Al sentarme la tiritona sacudía las piernas como un caño sacudido por un motor y aunque cruzaba los brazos para abrigarme el temblor recorría el cuerpo y a correr otra vez en círculos como tigre enjaulado y los gritos del borracho Je te ve tué se unían a mi grito desesperado. En los momentos críticos, había dicho Vizcaya, es cuando hay que afirmarse como un ancla en auto observación. ¡Mierda! ¡Cómo! Si me voy a morir de frío. Ahora, justamente ahora, atrapar ese pensamiento; “me voy a morir de frío, me voy a morir de frío”
¿Qué es el frío? Estudiar el sufrimiento del frío. Volver a sentarme. Observar los temblores como si no fueran míos porque en realidad el que observa no está temblando. Inmediatamente un pensamiento como rayo helado atravesó al observador y dijo, mañana me van a encontrar enfermo, o muerto, o me muero en el hospital. No, no me va a ocurrir nada, voy a estar bien, pero no puedo seguir corriendo porque va a ser peor, en la fatiga el frio me va calar hasta el tuétano ¡je te ve tué!, y el grito mío ¡hijo de puta cierra la boca o te la cierro de un tortazo!, y otra vez sentado buscando el observador cuando de repente mi nombre retumbó en el patio - ¡Andrés Tarnassi! – Me eché a las rejas y allí en medio del círculo de luna la silueta de Pierre Joligard era una sombra chinesca con su abrigo largo y el sombrero de alta copa.
El policía abrió el cerrojo y Pierre se echó sobre mí hombro – Andrés, me enteré por una señora que vino corriendo a decirme “atraparon a su amigo”, Sabes, soy de este pueblo, todo el mundo me conoce y mi padre es amigo del comisario, un vietnamita muy buena gente que vendrá por la mañana, por eso no te puedo sacar ahora pero le pedí que te dejen estar en la sala de la oficina porque tiene calefacción.
Me despedí con otro abrazo de Pierre y el policía cambió su actitud conmigo. Me dio una manta para recostarme en el banco y como la calefacción era buena me saqué el abrigo y forme una almohada. El cansancio volvió a dejarme fulminado y esta vez no soñé.
Tan muerto estaba que no entendía quien me sacudía la pierna gritándome en buen español -¡Despierta chico, despierta que ya va a venir el comisario – la confusión duda si es un sueño al ver una cara tan clásica española que me mira como alarmado y creo que estoy todavía en España y si ese es aquel policía de Barcelona y donde esta Silvia. Pero el uniforme de flik es la señal de que estoy en Auxerre y que amaneció por la ventana de la comisaría – Buenos días – me saludó tan amable – durmió usted bien-
− ¿Es usted español?
−No, soy de aquí, mis padres son españoles, escaparon con la guerra.
Me trajeron un café negro y recobré la otra parte de mi vida. El franco hispano abría los ojos como aturdido pero era su cara cotidiana. Más tarde se abrió la puerta y entró un personaje de Miguel Strogoff, un asiático de ojos alargados con gorro ruso de astrakan y abrigo de pelo de camello. Era el comisario tan recomendado por Pierre Joligard.
Bon Jour – bajó la cabeza en el saludo
Me preguntó en que podía servirme y saqué el cuento de mi hermano que mañana aterrizará en París y quiero llegar pero en Lyon me robo un closhard en el correo y no pude localizarlo.
La traducción del policía franco hispano fue simultánea sin ninguna envidia a los intérpretes de la ONU. Cuando el vietnamita me respondió el policía tradujo: - No puedo dejarle a usted continuar el viaje de este modo porque está prohibido hacer auto stop en las carreteras francesas, de modo que voy a comprarle un billete de tren a París y yo mismo le acompañaré a la estación.
Me acuerdo de aquel vagabundo argentino en Río que me dijo que en la aventura “cuando estas abajo, abajo, ya tocando fondo, siempre viene un ángel y te lleva para arriba” .
El ángel tenía la cara del Buda quieto con su gorro de Astrakán en la mañana de la estación. Me costaba ver al sujeto como policía por esta alergia que los polis me dan desde el nacimiento, pero este hombre tenía algo de maestro esotérico como impregnado de una atmósfera Gurdieff cumpliendo seriamente con el papel que le tocaba sin identificarse por supuesto. Subió al tren conmigo, me acomodó la mochila en la repisa y me dijo; - No puedo dejarlo sin dinero por si no llega su hermano, esto no es mucho pero lo va a sacar de apuros - me dio un billete de cincuenta francos. De haber sido un sagaz detective hubiese descubierto que nunca me robaron por el modo estúpido de mirar el billete delatándome que nunca había visto uno. O quizá el ángel asiático ya sabía que ese hermano existía en otra dimensión pero él era la pieza que me habían puesto en Auxerre para darme la entrada a París.
Y así fue como después de tanto frío y penuria hice mi primera entrada en París en tren y con cincuenta francos en el bolsillo.

miércoles, 3 de marzo de 2010

arme de salute



Siguiendo la misma novela, Andrés hace autostop por las rutas francesas hacia Paris y para en Lyon
Basado en hechos reales.

En Nimes a las seis cuando ya los faroles se encendían al atardecer me paró un camión. El conductor no hablaba nada, su aspecto no era de camionero sino de funcionario con gafas cuadradas y pelo gris. Tenía la radio puesta y por el gran parabrisas de la cabina la carretera adquiría otra dimensión en una panorámica de casas con luces en las ventanas, el campo nublado y las señales París 300 kilómetros, los resplandores mágicos de las gasolineras y después el túnel de árboles fantasmas Me derrumbé contra la ventanilla totalmente dormido y en el delirio la radio me hablaba en español, el motor era un instrumento más acompañando las canciones, y cuando desperté Gilbert Becaud cantaba como un poseo. Alcancé a ver la señal en la carretera, Lyon 8 kilómetros. Me preguntó el conductor donde iba a dormir y le dije que en algún lugar gratis porque tengo solo seis francos. Se río y me dijo, conozco un lugar en Lyon donde duermes y no pagas nada, la Arme de Salute.
Arme de Salute, Ejercito de Salvación.
Mi abrigo de caritas no desentonaba en aquella fila de closhards, mendigos, árabes y argelinos, la misma fauna que hace cola en las puertas de una iglesia a la hora de comer. Una mujer corpulenta con aire de sargento nos tanteó de armas en la entrada y nos hizo pasar a un comedor con mesa larga. Nos trajeron la única comida; un plato de sopa con algunos macarrones flotando en el caldo insípido y pan a un costado. ¡Ale mangé, mangé vit! nos gritaba otra mujerona descomunal con gafas culo de botella. Los otros vagabundos tomaban la sopa. Las caras eran un desfile de máscaras patéticas y ojos caídos con la piel transparente y piel ceniza, salvo los árabes más oscuros de mirada aguda. Un árabe con perilla como pelusa me miró riendo y codeó a su compañero rubio tan encorvado que su cabeza parecía salirle del pecho. Estaban impresionados con mi presencia. Los otros ensimismados en su miseria tomaban la sopa como niños distraídos.
Al terminar la comida nos pusieron otra vez en fila para darnos los pijamas, entonces la mujerona de gafas horribles silbó un pito de policía gritando, ¡¡A coucher, a coucher!!
El dormitorio era largo con las hileras de camas, ahí teníamos que ponernos el pijama y fue el espectáculo de calzoncillos largos con agujeros y camisas y todo tipo de ropas interiores que se encuentran en los basurales. Me tocó un pijama con rayas de preso que habría pertenecido a un tipo de tres metros. Las camas tenían solo dos mantas gastadas por tanta pobreza y la mujer pitó otra vez ¡¡Ale, a dormir, a dormir!!
¡Que frío! Las veces que desperté tiritando, me retorcía en la cama para darme algo de calor. Abrí la bolsa para meterme mas cosas por el cuerpo en ese insomnio helado, debí haber tomado el barco en verano, no pelearme con Vizcaya y llegar a Europa con suficiente plata para al menos ir a las pensiones baratas, y ni bien pensar esto oí la voz de Vizcaya, Ahh, ¿cómo es la cuestión? Tendríiiia. Deeberiiiia, ¡eso no existe huevón! Es solo un pensamiento que te golpea la cabeza. ¿Entonces qué existe? Este frío. Esta sala plagada de ronquidos donde estoy ahora con los ojos helados. Era esto lo que te estaba esperando y no había otro camino que esta carretera gélida marcada por el destino para tu propia evolución. Lo toma usted señor o le deja. La decisión es siempre suya y el sueño vuelve con voces y otros ruidos de fondo y quizá por la presencia de Vizcaya vi una costa como la de Macuto con sus casas bajo el sol tropical, unos árboles que parecían de mango y las palmeras bordeando la playa. La gente en shorts de baño, pasaban caballos tirando carros con toldos amarillos y rojos. El sol con la felicidad del sueño se metió entre el frío y no desperté hasta que salté de la cama por el fuerte pitido de la bestia de mujerona que nos despertaba para echarnos a la calle a las seis de la mañana cuando todavía la ciudad estaba oscura
¡Ale vit vit, sortie, sortie!
Ni siquiera un desayuno aunque sea agua caliente. ¡Grandísimas putas! Se abrió la puerta y todos aquellos miserables con algo de asustados se desperdigaron por las callejas de Lyon.
Amanecía por encima de los edificios. Con el cartón de caja en el que escribí “A París”, rotulador que trajo el camarero contento, me puse en ruta a las once sintiendo todavía el recuerdo de cualquier café con leche

miércoles, 17 de febrero de 2010

en la pension de Derek


En 1969 atravesé el atlántico en el Verdi, unos de los barcos de la italian line, y desembarqué en Europa por primera vez, para ser más precisos en Barcelona, y sin un duro, perdón, los pocos duros que tenía duraron el instante que pagué el croissant y el café con leche en el café Cava frente ese colón subido a un obelisco que señala a América.
Y se acabó la pasta. Me uní entonces con Silvia, una argentina fea de gran sombrero belle epoque y su amigo Pedro, otro argentino raquítico pálido y doblado. Los tres vivimos unas semana del mangueo. Silvia y yo le pedíamos a los marines de dos acorazados norteamericanos que venían de la guerra de Vietnam. Pedro traía mas pesetas pero apenas lo veíamos porque se dedicaba al chaperío enculando viejas maricas.
Las ramblas entonces eran muy diferentes a las que se ven hoy, no pululaba un solo turista, entre sus flores sus conejos sus pájaros y sus libros circulaban marines americanos borrachos de aguardientes y de la apestosa guerra que cargaban a sus espaldas. Y en el colmo del contraste se cruzaban con los hippies soñadores que estaban en la época de la túnica y las barbas por el pecho En este fragmento de la novela que transcribo, Andrés (alter ego) acaba de salir de la comisaria con Silvia donde fueron arrestados por manguear en la calle y se encuentran con un hippie americano que los lleva a dormir a su pensión,


2ª parte: Europa


Fue en la plaza real y serian las dos y media de la madrugada cuando encontramos esos viajeros sentados en la fuente. El más alto de pelo largo hasta la espalda y barba cristiana era un americano de Oregón. Sus dos amigos con paquetes de diarios y mochilas sucias, eran canadienses. Silvia habló con el americano durante un rato y cuando éste se enteró que no teníamos donde dormir nos invitó a su pensión.
Vamos a camuflarlos, le dijo a los canadienses, a esta hora el dueño duerme como un oso.
En el camino el americano se acercó a hablar conmigo – Me llamo Derek, venimos viajando autostop desde Andalucía y nos vamos para Francia y después no sé, a donde nos diga la veleta interior. Mis amigos canadienses quieren ir a Escocia porque tienen allí parientes, pero yo ya no creo en ningún pariente.
Íbamos por una calle solitaria y a medida que avanzábamos se perdían los ruidos del centro. Con tanto sueño me costaba escuchar a este tipo. Llegué hoy, pensé, no puedo creerlo, me parece haber llegado hace un mes, pero llegue hoy, y por fin una habitación, dormir en el suelo con un saco, lo que sea pero dormir.
Los canadienses abrieron un portón de castillo y subimos con pasos de ladrón por una escalera vieja de madera. Derek abrió la puerta y entramos a un cuarto amplio de viejo edificio. Una cama dispuesta frente a la puerta y otras dos al fondo custodiando un gran ventanal con la persiana cerrada. Al lado del ropero se apoyaba una guitarra.
Derek tendió un saco en el suelo y me dijo, tú dormirás aquí. Luego miró a Silvia y le dijo, tú en esta cama conmigo.
Con el sueño encima no atinaba a recoger un pensamiento que pululaba diciendo mira el hijo de puta ¿y si fuese mi chica? ¡Qué tendría que decirle al americano!, pero en los hippies no hay tu chica, respondía otro pensamiento, Vizcaya, tendrías que ver esto y decirme que debí haber hecho en el caso que fuese mi chica.
Los canadienses se metieron en sus camas como dos mellizos y el sueño los guardó en su mundo. Derek sacó un chilum y se enfrascó en la tarea de preparar el hashis quemándolo con mechero. Silvia se desnudó debajo de las sabanas y tiró la ropa por detrás de la cama. Bien, dijo Derek, vamos a fumar un hash con alma, ¿que pasa ya te metiste en la cama? Silvia sonriendo le dijo; ¿No te importa dormir con una mujer desnuda?
La respuesta fue una sonrisa y el mechero encendió la boca del shilon.
Es un hash del sur de Marruecos, dijo Derek, allí se vende pero nadie sabe de dónde lo sacan, es un secreto que pertenece al desierto. Aspiró cerrando los ojos en un beso suave. Silvia fumó y se quedó planchada en el colchón. El hash era fuerte, picante, me entró como tromba caliente directo a la base del carneo, y entre el sopor del humo y el sueño Derek se diluía en su cara barbada que podía ser un Cristo con ojos caídos hablándome de las ciudades del mundo que eran todas la misma ciudad manifestada en diferentes personalidades y todas tenían eso genético del asfalto y el trafico y los bares donde unos se ríen con sus cervezas mientras al lado un tipo solitario cae muerto en la calle y allí las putas que según Derek son los ángeles de las ciudades o eso entendí yo agregando cosas como ocurre en los sueños. Seguimos fumando los dos porque Silvia parecía una muerta en su cama. Derek me decía ahora que el Reino de los Cielos éramos todos nosotros si despertamos a una nueva consciencia, y hoy los hippies aumentan gracias a los profetas. Yo soy uno de esos profetas, dijo, y mis palabras son las notas de ese instrumento. Señaló la guitarra en el ropero.
Fumamos otra tanda. Sentí el humo como agua hirviendo en la garganta mientras Derek seguía con que la música de las cuerdas según la sinceridad con que se toque es también una sonrisa porque he visto las mujeres sonriendo como niñas y he visto la verdad bailando en sus ojos ¿tú me entiendes eh?
Sí, sí.
Yo toco con amor, y al rato el amor se esparce por el espacio, todo es amor, la vida es amor, amor comiendo, amor en la percha y la ropa y en la caballeriza.
En un lapso de conciencia me percaté que mi mente estaba traduciendo para el carajo. Una buena parte la iba inventando como eso de amor con chorizo y queso del bocadillo que hoy.... y no me acuerdo más
De repente oscureció y surgieron varios Andrés que huían de una bandada de voces, voces, voces que gritaban como gaviotas por encima de las cabezas de otros Andrés. Caí en un abismo negro sintiendo la cara tirante por la velocidad de la caída y quise gritar pero no podía ni tampoco podía moverme porque estaba atado con algo. Entonces vi una luz muy amarilla y me incorporé en el saco. Tenía ahí, ahí, al alcance de la mano, el cuerpo desnudo de Derek galopando entre las piernas de Silvia, sin embargo los jadeos sonaban desde el techo como estertores de gigantes. Las piernas de Silvia se levantaban como barreras. Súbitamente volví a ver al Donizzeti con su casco blanco y las grandes chimeneas alejándose en un mar tranquilo de un azul muy claro

viernes, 12 de febrero de 2010

VICAYA ANTIPATRIA


Volviendo de nuevo al maestro Vizcaya, este fragmento de la primera parte de la novela que ya mencioné, trata de un Sat San que da Vizcaya sobre el nacionalismo.
Como se suele advertir en el cine, está “basado en hechos reales”




VIZCAYA Fragmento de la 1ª parte


Cuando me senté en la mesa de Vizcaya el señor Felipe ponía otro cigarrillo en la boquilla. Pedí un marroncito pensando en el balazo que podía recibir Vizcaya igual, igual, que el uruguayo que mataron en San Bernardino. El señor Felipe sonreía como una inocente viejecita meneando la papada de su cuello. Su acento era aun más chileno que el de Vizcaya, y lo entonaba con entusiasmo cuando refería a Chile enfatizando el país como si fuese una familia. “En ¡Chile! Somos más discretos para mirar las mujeres” “¡Allá! Nos mostramos como caballeros pueheuvon, de puro tímido que somos nomás!” Lo vi a Vizcaya preparando un ataque porque el señor Felipe, ávido de sabidurías ocultas, no soltaba a Chile de sus espaldas.
−El nacionalismo es otro producto de la ilusión – dijo Vizcaya de repente – no existe, se forma en la mente y muere en la mente, es efímero como una amapola con la diferencia de que a la amapola la puedes palpar, en cambio ¿Cómo haces para palpar el nacionalismo?
Vizcaya me miraba fijo evitando ser directo con el señor Felipe que chupaba su boquilla con cierto disgusto mirando hacia el fondo del bar
−El hombre desde que nace necesita guarecerse en el grupo que sea ¡Soy comunista! Estoy en el partido (Era gracioso como Vizcaya representaba los personajes levantando el pecho) ¡Soy abogado, huevón! Soy Pérez Iturralde. Soy católico, ¡Soy chileno! Tengo patria y ¡es mía! (Pausa. Felipe frunciendo los labios) pero vienes tú de pronto y le arrancas la religión, le arrancas el título de abogado y solo le queda ser chileno. Entonces, si le quitas la nacionalidad le queda ese mísero Pérez Iturralde. Le arrancas el nombre de cuajo y sobreviene el terror. Se encuentra que solamente es, y nada más, y eso le da pánico, entonces corre urgente a meterse todas las capas, alcanza a su grupo, a su gente, necesita su nombre otra vez, que lo reconozcan en la sociedad, se disfraza con su religión, con su nación y de este modo pierde el paraíso (Pausa. Vizcaya toma la leche con concentración de brujo) Cuando solamente eres ya no hay seguridad de nada, te ves libre al darte cuenta que la seguridad es también una mentira pintada por la imaginación. Cuando solo eres recibes la soledad del universo y ¡es hermoso!
Vizcaya iba adquiriendo la cara de un poseso, Felipe en cambio bajando los ojos se atrevió a decir – Pero... a mí me parece que la patria es algo más que el nacionalismo, el nacionalismo es el inventado, en cambio la patria... no sé, tiene como gusto a madre, es tu tierra, tu contacto con esa naturaleza, tus montañas, tus mares, tus ríos.
En la respuesta parecía que Vizcaya iba a levantarse de la silla.
− ¿Tus mares? ¿Tus ríos? Y ese río tuyo al pasar la frontera del norte ya deja de ser tuyo y es boliviano ¡No es cierto! Ahí estas corroborando lo que quiero decir, me ayudas a desarrollarlo, y hasta en el mar han marcado una ilusoria línea que nadie tiene claro donde está pero es la marca de “tu mar”. Hay que entender que la tierra era la misma mucho antes de que tú seas un esperma juntándose con el óvulo, antes, mucho antes de que vengan unos cuantos huevones y le pongan un límite y le bauticen con un nombre y para peor de males como símbolo levanten un palo con un trapo de colores al que llaman; la bandera, para señalar la propiedad de ese territorio. ¡La tierra pertenece al universo!, y a sus leyes. Pero el hombre la quiere poseer y ahí radica el grave peligro, le llama patria, y dice que es como su madre. Yo te voy a hacer una pregunta Felipe, cuando tú era un chiquillo de cinco años y veías los animales y las playas y el bosque, ¿le llamabas patria a eso?
No pero...
Pero con el tiempo ese niño cree religiosamente lo que le dicen los mayores y año tras año van formando ese soldado que amará a su patria como a su madre, le dirán que su patria es sagrada y entonces jurará dar su propia sangre por el trapo de colores que representa esa gran madre de mentira que le insertaron en el cerebro. Y no te sugieren que ames la bandera. ¡Te obligan! ¡Ama a tu bandera o te fusilamos! ¡Eso mismo! ¡Hay que hacerse la paja por el trapo de colores! (el señor Felipe miraba con angustia hacia algo indefinido) Entonces llega el día en que estalla la guerra. La Gran Guerra es necesaria para que la clase dominante siga moviendo los hilos de la economía mundial, pero eso no se lo pueden decir al pueblo, no no no, ¡prohibidísimo! Al pueblo hay que decirle que el enemigo nos quiere quitar la patria, que nos van a arrebatar la bandera y romperla como si violaran nuestra madre, y como tú ya tienes los símbolos impresos en la osamenta a lo largo de años y años de hipnosis en la escuela, te pones ¡el puto uniforme!, ¡el puto casco!, y sales con la metralleta hecho un héroe. ¡Míralo, míralo! (ahora se dirigía a mí) ¡Míralo! Allí va el pobre soldadito, míralo como cae ensangrentado, lleno de orgullo, acribillado a balazos por una tierra inventada con un nombre inventado y por un trapo de colores también por supuesto inventado. Esta muerto ¡Aquel niño que se encantaba con los animalitos es ahora este muerto boca abajo en la tierra! (Vizcaya lo veía y lo señalaba en el suelo del bar) ya no va a oír más a los pájaros, no volverá a ver el sol en los campos de trigo ¡Míralo! Es tan joven el huevon, y está muerto. Su madre no lo sabe, lo está esperando y no lo sabe. No sabe que su hijo es uno más en la lista de víctimas que mañana aparecerá en los periódicos. Pasado mañana ya no será noticia... murió defendiendo nuestra bandera (Se respaldó resoplando, miró al señor Felipe y gritó) ¡Yo me cago en la bandera chilena!
El señor Felipe en postura de castigado no quería levantar la vista.
Si tengo que cagar en el campo – siguió Vizcaya con tono áspero – y no tengo con qué limpiarme pero encuentro a mano una bandera ¡del país que sea!, me limpio el culo tan a gusto, además la tela te limpia a fondo, mucho mejor que cualquier papel.
Se me había enfriado el marroncito. Cuando Vizcaya hablaba no solo desaparecía el bar Urdaneta sino el café que uno tenía a mano. Soltaba las palabras con una ferocidad y mímica tal, que las imágenes se volvían nítidas hasta parecer reales y uno quedaba chupado como en el cine o absorto como en un buen libro de esos que tratan de algo que nos pertenece. Y Vizcaya mismo se olvidaba del mundo que tenía alrededor. Con este tema de la patria solo existíamos el señor Felipe y yo. Algunos pasaron por la mesa y le palmearon el hombro pero él ni los sintió. Cuando estuvimos atentos al pobre soldadito que lo acribillaban a balazos se oyeron los gritos en el fondo del bar de una bronca que hubo por un partido de ajedrez. Un grandote tiró el tablero al suelo, se estrelló una copa, mucha gente gritó, sin embargo ante la mirada fija de Vizcaya, la pelea sonaba en ecos lejanos que se disolvían en el poder de esos ojos que brillaban como los de un animal salvaje.

viernes, 5 de febrero de 2010

otra de Vizcaya

Este es un fragmento de la novela que lleva años cocinándose y que algún día se encontrará a sí misma en unos cuantos papeles (que tal vez sirvan para envolver chorizos)

Frag de la 1ª parte: VIZCAYA


La pensión de Vizcaya era una vieja casona de rejas coloniales y largo patio rodeado por las puertas de los cuartos. Habíamos quedado en que yo lo buscaría cada mañana y si no lo encontraba en los lavabos de afuera cepillándose los dientes, golpearía la puerta de su habitación.
Pasa, pasa – lo sorprendía generalmente en la cama con un libro esotérico en ese cuarto diminuto de tres metros por uno y medio. No tenía más que un armario y su cama con la mesilla de luz. En el aire encerrado se sentía el tufo picante de las medias que de ser otro me hubiese chocado pero Vizcaya decía o me aceptas como soy o te vas a la chucha. Si te molesta, es que no has sabido percibir la sabiduría que se esconde detrás de este olor a pata.
El primer día que fui le dije que su cuarto era pequeño – Esto para mí es más grande que un palacio – me respondió – todo lo que necesito para vivir lo ves aquí, el lugar donde esta mi ropa y los cuadros que me dan de comer, la cama, la mesilla con los libros, y la lampara que alumbra la sabiduría por aprender, ¡Que más huevón! Me siento riquísimo, mi cama es como la gran sala donde se juntan pensamientos altos, muy altos, aquí en esta cama yo aprendo mucho mas que miles de ciudadanos que caminan por las calles con el coco vuelto una pelota de nervios porque llegan tarde, porque las cosas no les salen como habían proyectado.
Se levantó y se puso los pantalones del viejo traje.
El que tiene la mente clara y limpia es porque ha barrido la basura durante muchas vidas, porque no te creas que esto es soplar y hacer botellas −Seguía diciendo en el lavabo– el trayecto es largo, muy largo, por eso es lógico que exista la reencarnación, imagínate todas las vidas que le faltan a estos huevones que van atareados por las calles, toda esa gente haciendo colas en los edificios públicos, tendrán que morir y nacer tantas veces para llegar a entender como tú por donde va el verdadero camino.
Salimos con los cuadros metidos en las fundas hacia una cafetería – Ya lo sabes – afirmó levantando el dedo – no me hubieses encontrado nunca de no haber hecho un buen recorrido por siglos pasados.


Le gustaba soltar sus alegatos en plena calle deteniéndome contra la pared para hacerme espectador de una verdadera performance. Vizcaya utilizaba el teatro y la mímica para que las “verdades penetren en la misma piel”.
Al regreso de las ventas en una esquina me gritó - ¡Uno! Uno, solamente uno es el que se destruye, se hunde o se salva. El conocimiento es una investigación propia de antropólogos que cavan hondo sacando lo viejo, revisándolo, y uno en este caso se ¡auto-inves-tiga! Hay que saber con quien se esta tratando, ¡quien! tenemos delante, a ver, a ver (sacudió las manos como exigiendo) a ver, a ver, que pasa aquí, cuántos prejuicios hay, cuántos condicionamientos, cuántas identificaciones, cuántas proyecciones ¡Por qué! ¡Desde cuando! Mira, suponte que ahora pasa un tipo por aquí y al verte te grita ¡Coño de madre, hijo de puta! Y tú te enciendes y le pegas. Se arma una casa de putas en esta misma esquina y acaban los dos sangrando o termina uno con la cabeza rota, y lo que es peor, con heridas por dentro que no se pueden suturar. Muy Bien, ahora viene la pregunta, ¿Quién es el culpable? Hay un único culpable.
−El tipo que me insultó.
Vizcaya riéndose con ganas me palmeaba el hombro.
¡Eres tú! Tú eres el único culpable y nadie más huevon, porque de ti solamente dependía que no haya pelea ¿Qué ocurrió? ¿Te ofendió? Ahh, perdón, ¿A quien ofendió? ¡A mí! Ahh sí, ¿Y quien es ese “mí” que se siente tan ofendido? Repitamos la escena cambiándola, (Vizcaya se alejó unos pasos imitando al agresor) viene el tipo y te dice hijo de puta y te empuja diciendo que te va a sacar la chucha pero como para ti no hay adversario el tipo no encuentra el punto de apoyo y se aleja refunfuñando. No hubo golpes, no hubo heridas, y te quedas en calma como una seda con el alivio de haber cambiado una situación. Hay que tener algo más que cojones para hacerlo.
−Es verdad.
−Sin embargo la gente no lo sabe, aunque quieras explicárselo a gritos no te escuchan porque están soñando, sueñan, sueñan, y ya no les basta defender su falsa personalidad sino que han llegado a matarse por culpa de un juego con la pelotita ¿Sabes? El año pasado en uno de estos bares de la Candelaria mataron a un uruguayo en una bronca de esas de futbol, le pegaron un tiro y lo dejaron ahí seco en el suelo de un bar, y todos se quejan del salvaje que le metió el tiro. Pero la culpa la tiene el uruguayo, la víctima es culpable de su propia muerte por identificarse nada menos que con un cuadro de futbol ¡Y no hubiese muerto si supiese la huevada que estaba defendiendo! Ves qué claro lo tienen los hindúes cuando hablan de la Maya, la ilusión, entendís, murió de un tiro por causa de la ignorancia. Hoy estaría vivo si hubiese roto la Maya.