jueves, 7 de abril de 2011

SUEÑO 2

Sueño 2


Este ocurrió un tiempo atrás en Venezuela. En el sueño me encontraba en una inmensa playa de arena muy clara delante de un mar turquesa y corría en la brisa ese olor a océano en una mañana que brillaba en el mar como si el sol estuviese debajo del agua. A pocos metros en la orilla, mi amigo Chani estaba allí sentado como un Buda con una túnica celeste que combinaba con el turquesa del mar. Todo era tan real y vivo que lo que sentía no entra en el relato por el estrecho límite que todos sabemos, en este tipo de casos, tiene la palabra. O sea que la felicidad podría ser algo aburrido comparado con lo que yo estaba viviendo.

Súbitamente me di cuenta que en pocos segundos iba a despertar y perdería ese paraíso. No podía evitarlo, la vigilia me tironeaba con tal crueldad que le pedí ayuda a Chani, se lo pedí gritando: Chani, Chani, siento que estoy por irme al estado de vigilia!

Chani se volvió sonriendo con todo el enigma en sus ojos.

−Y a ti quien te ha dicho que ese es el estado de vigilia.

Inmediatamente desperté.

O tal vez no. O tal vez perdí el estado de vigilia para caer en este sueño desde donde estoy escribiendo.

domingo, 3 de abril de 2011

SUEÑO 1

SUEÑO 1 Era un guiri, un alemán o un inglés que hablaba perfecto español. Vestía una camisa caqui y un jean y llevaba mocasines de cuero marrón. Era rubio de rasgos pequeños, nariz pequeña, ojos pequeños, boca sonriente, cuello largo, me dijo si creía en las levitaciones. Ah, se me olvidaba, estábamos en un raro parque de pastos amarillos y al fondo el celeste de un cielo que lo había visto en las ilustraciones de un libro de cuentos, tal vez el gato con botas, o algún cielo de los caballeros del rey Arturo, y este guiri que me decía, ¡qué pasa!, crees o no crees en las levitaciones. Yo estaba sentado con las piernas cruzadas y le respondía que sí, que creía pero que nunca había visto una. El guiri me dijo, ahora vas a ver, y cerró los ojos, inspiró, hizo un ademan con los brazos y se fue elevando como un globo de gas hasta quedar con los mocasines a un metro del suelo. A mí mucho no me impresionó, en los sueños uno se comporta diferente, la verdad sea dicha, mucho mejor que en la vigilia. Entonces le dije, que bueno, que bien, sin más. El guiri bajó a tierra y se acercó hasta dejar su cara a un palmo de la mía y me dijo ahora vas a ver esto, acto seguido me tapó los ojos con la mano y mierda con este puto miedo a perder la consciencia porque se abrió delante de mí un espacio inmenso que me aspiraba metiéndome en el centro del sol donde todo era yo sin el cuerpo y sin la mente salvo ese estúpido miedo que no fue extirpado y que me hizo gritar ¡NO, NO, NO, NO! El guiri retiró la mano y todo volvió a ser la aburrida y leve normalidad. Cómo me arrepentí al despertarme, carajo. ¡Ese NO tan absurdo que nunca se queda mudo!