Las rejas eran tan estrechas que apenas podía sobresalir la muñeca, el aire se metía en el cuarto en una bocanada espesa de humedad caliente, y el guardián seguía pasando allí abajo donde daba el sol. No quería mirarme, y caminaba con arrogancia usando el rifle de bastón.
El ventilador era el único alivio, pensar cómo lo odié en la noche y cuánto le agradecía ahora. Serían las doce del mediodía, ya estaría yo viajando en tren a Abiyán si me hubiese metido en un albergue barato y no en esta mierda que pretende ser un hotel.
Llegué a Banfora al anochecer con el cuerpo desencuadernado por los golpes de la camioneta sin amortiguadores en la route ondulé, esa carretera con relieve de serrucho que descoloca las vertebras una por una. Pues nada, dije, el hotel esta cerca de la estación, ya es tarde y tengo ganas de dormir bien aunque tenga que pagar tanto. El recepcionista parecía arrancado de un tapiz, con su uniforme verde impecable, cuello largo, sonrisa aniñada, un tanto afeminada. Tengo un cuarto barato para usted y como hay poca gente le hago descuento.
El cuarto media uno y medio de largo por medio de ancho, la cama dejaba al menos un espacio para meterse, y en la mesilla cerca de la puerta un ventilador aparatoso apuntaba al pie de la cama. Con descuento y todo era una punzada en el bolsillo pero mi cuerpo no me lo me lo hubiese perdonado si lo rechazaba.
Dormí como un cataléptico. Caí en un abismo de sueños con colores metálicos; una maquina espantosa con ruedas pinchudas avanzaba destrozando casas y yo atado a la tierra la veía venir en medio de ese estrépito que ensordecía. Me desperté con el ruido del ventilador que seguramente era el ruido del sueño. Lo apagué y volví a caer en el colchón como si me hubiesen dado un pentotal. Ahora trataba de librarme de un pantano gris brillante, y yo hundido hasta la cintura me estaba ahogando en la atmósfera que desprendía el pantano, como un aliento denso que no me dejaba respirar. Desperté sudando en medio de un calor húmedo, abriendo la boca, buscando aire. Qué aire ni qué ocho cuartos. Seguía respirando la emanación del pantano en la oscuridad estrecha del cuarto. Prendí el ventilador y ya no pude dormir por un rato. El ventilador se sacudía como si diera una alarma, y de pronto, entre los golpes de las paletas, escucho ¡clin! La llave de la puerta se cae al suelo. Apago el ventilador y clin clin clin, la llave es arrastrada con un alambre por debajo del umbral hacia el pasillo. ¡Encender la luz urgente! El cuchillo tuareg, el miedo que ayuda en este caso; ¡Quién anda, ahí! ¡Quien anda ahí! Me quedo de pie en postura de guerra con una parte del cerebro en el pantano y otra parte en esa puerta que podía abrirse y mostrarme el fantasma de la noche. ¡Quien anda ahí! Los pasos que sonaron eran del ladrón que huía con mi llave.
Los golpes en la puerta los empecé a dar muy temprano. Estaba preso. La prisión tenía rejas en la ventana como se debe. Carajo, no podía salir. El tren de las siete ya lo perdía, y me dolían las manos de dar tanto golpe. Oí pasos en el parque, me asomé y vi al guardián, un anciano alto que pasaba con su rifle bastón. Entonces con la cara pegada a las rejas lo llamé. Ale, ale, el ladrón empujó la llave y se la llevó por debajo de la puerta, estoy encerrado, por favor llame a alguien para que venga a abrirme.
−No es posible –gritó enfadado− ¿Dónde está la llave?
− ¡La llave la tiene el ladrón!
−Y usted porque no sale.
−Porque la puerta está cerrada
−Abra la puerta con la llave.
−No puedo, se la llevó el ladrón.
Levanta la escopeta como si fuera a disparar al cielo, arruga la cara como una pasa y grita.
− ¡Tú tienes la llave!
−¡Como la voy a tener si me la quitó el ladrón!
En ese trance, vi a Kafka que se sentaba debajo de un árbol y sacaba su libreta de notas, porque yo también iba ingresando en el absurdo gritando ¡estoy encerrado y el ladrón tiene la llave y la respuesta era tú tienes la llave, tu eres el ladrón, y mi cara era un dibujo pálido contra las rejas de esa ventana prisión.
Luego Kafka se habrá trasladado al pasillo cuando al golpear la puerta entablo un dialogo parecido con una voz al otro lado que me decía ¡busca la llave! l
−La clé partie avec le voleur
−le voleur c’est toi – gritaba enloquecido la voz detrás de la puerta. Y la voz mía, o de eso que pierde la cabeza, tan distinto a mí, se escucharía hasta en la sala ¡abran hijos de puta! ¡Abrraaaaann!
Y así seguimos sin cambiar el libreto del voleur que se llevó la llave y ahora oía dos voces que insistían en que yo la tenia y yo era le voleur. A la una del mediodía, por fin, por fin, se abre la puerta, y veo al recepcioncita lechuga que me sonríe aniñado. Detrás de él, un personaje encorvado por el odio y a su lado el guardián con la escopeta. El encorvado grita al recepcionista, ¡él tiene la llave!
Inmediatamente respondo, la llave la tiene este hombre –señalo al encorvado− que intentó robarme a la noche.
Fuera de sí el encorvado aúlla.
−¡C´est lui, c´est lui le voleur, c´est lui, c’est lui, qui a le clé!
En un rapto de sensatez, le dije al niño lechuga que quería hablar a solas con él. Fuimos hasta la entrada del hotel. Déjame ir que estoy por perder el tren de las dos, le dije, y te aconsejo que tengas cuidado, porque este hombre robará al próximo cliente. Ohh, me dijo, muchas gracias, muchas gracias, y buen viaje.
Tenía que apurarme porque faltaba poco para que salga el tren a Abiyán. Con la mochila en la espalda intenté una marcha rápida cuando oí unos pasos que venían corriendo detrás de mí. No quise volverme por no ver la fachada amarillenta del maldito hotel, Monsieur, monsieur, escuché, El recepcionista, me alcanzó agitado, y me dijo sonriente.
−Ahora que no nos ve nadie, dame la llave
En el mismo instante vi al simpático de Kafka sentado en una piedra, muriéndose de risa.
Próximo: que hace una chica como tú…
1 comentario:
Fabuloso, José. Yo vuelvo a las andadas con mis blogs, pero ando como disuelto, como si la temporada hubiese sido una cucharilla dando vueltas y me hubiera descafeinado el cerebro. Te dejo las url de ambos blogs por si lees algo. No hay mucho, pero habrá. Dentro de un mes estoy en Kochi para 101 días. Un Abrazo. Josetxo.
http://textosjosetxo.blogspot.com
http://josetxo1.blogspot.com
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