Los viajeros de los setenta lo frecuentaban. Allí ibamos los que huiamos de los insípidos y anglicanos platos que nos daban en el Salvation Army Red Shield. Allí estábamos en el Leopold Café comiendo algo picante que despierte el coco y las piernas, que amortigüen los cuarenta grados que ardían afuera, esos platos que nos inyectaban las ganas de salir pronto para el norte o para el sur, a vivir con todo el cuerpo la inexplicable India.
A principios del siglo XX el Leopold Café, fundado por un parsi, tenía de vecino al Salvation Army que albergaba a los colonos alcohólicos y a los que habían perdido en norte, y más allá, digamos enfrente, el gran hotel Taj Mahal creado por otro Parsi, Jamsetji Tata, que, según cuenta la leyenda, le negaron al entrada al Hotel Apollo, solo para blancos, y dijo “voy a hacer el mejor hotel de la India que pueda recibir todos los habitantes del mundo”. Se refería a los habitantes con buena cuenta en el banco.
Pasaron años y el Leopold Café fue cambiando de ropa, de mesas y bajando el nivel convirtiéndose en un restaurante más caro donde iban los turistas que pagaban esos otros hoteles de 500 rupias. El tiempo pasó y tanto los hoteles como los platos subieron de precio, el caso es que yo por simpatía y homenaje nostálgico, cada tanto me regalaba un pollo al curry o un vegetable nudul, en el Leopold. El cajero y los encargados me saludaban como recibiendo a otra época, con la sonrisa del que le gustaría darse un paseíto por el pasado. Cuando empecé a trabajar de guía en el sur de India el viaje terminaba en Bombay, y si el grupo se portaba bien, (no siempre ocurría) yo les organizaba una despedida en el Leopold. Los encargados unían las mesas y al día siguiente me regalaban una T shirt con el nombre del restaurante.
Este año no hubo cena, el grupo no estuvo a esa altura, y cuando se marcharon me tomé un lasie de banana en el Leopold y a la noche un plato de palak pannir, espinaca con queso, y un garlic nan, un pan parecido al chapatti más blando, refregado en ajo. Me despedí de los encargados y del cajero la noche que iba a tomar el avión. Yo también los miro siempre desde los lejanos y soleados setenta
Ayer por la noche mi amiga Marisa me llamó desde Andalucía para decirme que en los atentados de Bombay habían ametrallado dentro del Leopold Café y que estaba viendo por la televisión como sacaban los cuerpos.
Me costó dormir, dando vueltas en la cama y a cada vuelta entendía menos todo, y a cada vuelta se me aparecía como una visión las entradas sin puertas del Leopold Café dando a la caótica avenida Colaba, la visión de la caja antes de los baños, y el ruido de las voces riéndose en distintos idiomas, esas voces que hoy la imbecilidad que vivimos las ha apagado.
Y ahora voy a decir algo que puede estallar en polémica, y pertenece a Krishnamurti, “el mínimo sentimiento de pertenencia a un país o a una religión nos hace responsables de las matanzas”
jueves, 27 de noviembre de 2008
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5 comentarios:
Gracias José. Es elemental la frase de Krishnamurti; por ello parece inútil intentar comprender la emoción del bárbaro. Yo también tengo la sensación de asistir a una ceremonia de la confusión.¿Hacia dónde nos lleva el sentimiento de pertenencia? A un estadio anterior de arrebato reptiliano, supongo. Desde luego nos aleja de la verdadera evolución, si es que la hay, y nos hunde una vez más hasta el fondo inhumano de la respuesta más violenta. Es increíble cómo la aguja de este compás se orienta siempre, siempre hacia el fénix de la sangre. Si me lo permites medito contigo en silencio. Cuídate, un Abrazo.
josetxo. http://josetxo1.blogspot.com
que no me la has enviado, hombre!!!!!!( a la direccion de mail!) te dejo la mia luciaolazabal@gmail.com
besotes!!!!!!
hola jose, la verdad q no habia leido lo escrito, cuando te deje el comment, porque se me cortaba la coneccion, y no vi q era un post nuevo.
recien hoy tengo intrnet restablecido.
si coincido con la eleccion d ela frase, y despues me quedo sin palabras. no hay lugar par mas palabras. hay lugar para el hacer.
Pero las palabras de José ayudan a imaginar a los que no estuvimos allí, nos dan el rostro humano detrás de las noticias de los diarios, y nos hacen reflexionar acerca del verdadero alcance de lo sucedido en Mumbai...
absolutamente.
ojala todas las noticias pudieran saberse asi.
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