sábado, 7 de junio de 2008

MAMA AYAHUASCA

Reanudando blog después de un tiempo por ciertas ocupaciones secretas.


Y volvió después de 30 años.
No.
Fui yo el que lo encontré allí donde estaba. Y estaba igual. Y decía cosas parecidas a las de antes, pero actualizadas.
La locura era la misma porque la locura vive a 10000 metros sobre el tiempo.
Entonces, a esa altura. Volvimos a ser los de antes cuando trabajábamos el cuero en lo del chileno Alfredo, cuando la mujer desnuda pasaba caminado entre los grillos. Cuando Maco desapareció.
Este encuentro tenemos que festejarlo con una ceremonia de Ayahuasca, dijo Maco.

En la vieja sala, bajo la penumbra de una débil bombilla, los participantes con sus sacos de dormir y sus cubos para el vomito, se acomodaron en hileras contra la pared.
El chaman era un indio del Amazonas peruano, tal vez un aguaruna, o un huambisa, de ojos achinados y mirada de felino, una bincha roja le sujetaba el pelo azabache, y llevaba un poncho de lana espesa que lo cubría hasta el suelo.
Su mujer, amazónica, o mejor dicho una amazona de cuerpo grande y cilíndrico. Ni bien la vi le dije a Maco, es una Durga, es la Madre India reuniendo todas las madres con coraje de la tierra.
El ayudante, un tipo de 30 años, que tendría 675 años de brujo, ayudó al chaman a preparar el líquido, y mientras el chaman bendecía la botella con el humo del tabaco sagrado, el ayudante preguntó a la sala.
−¿Quieren suave o fuerte?
−¡fuerte, fuerte! –respondió el coro.

La copa de madera contenía el líquido oscuro que, al pasar por la garganta daba la sensación amarga de haberse bebido una parte de la selva.
Apagaron la luz.
Maco fue el primero en empezar a corcovear como si se hubiese subido a un potro, ggu, gguguaac, guuuuuccc. Y por allá en un rincón incierto sonaban vómitos en arcadas alegres y bestiales.
Yo me acurruqué en el saco de dormir, cerré los ojos, sentí algo raro alrededor. Abrí los ojos y un ejército de demonios con los colores más radiantes que vi en mi vida se me echaron encima zumbando como miles de abejas, chillaban con ruido de uña en el pizarrón, y abrían las bocas amenazando con dientes de cristal. El miedo me acompaño cagándose de risa. Los demonios parecían aviones americanos ensañándose como siempre contra un pobre paisito. (que era yo)
Negocié entonces con la planta de la que cuelga la liana, la sentí como madre y empecé a hacerle la pelota, te quiero, te quise siempre, (esas cosas), y si quieres que vomite, vomito y hago lo que quieras con tal de limpiarme de una buena vez. Y muchas cosas más le dije y hasta le quise dar un besito. Y Mama Ayahuasca como toda buena madre respondió.
A los pocos minutos estaba yo sentado en el wáter de un baño colonial. De repente una lava verde manzana me subió desde el muladhara chakra, pasó a alta velocidad por la garganta y explotó en un genial vomito contra el bidé, uuuuaakkkkkkkkkkkkkkkk!!!!!!!! y repitió, uuuaakkkkkkkk y cada vez que explotaba los demonios saltaban alegres y me saldaban con sus 25 manos, uuaaaaaaaaaaaffffhhhhhhhhh.
Por una fracción de segundo mis piernas eran delgadas y ese cuerpo no era el mío.
La voz del ayudante parado en la puerta del baño.
−¿Estás bien?
−¿Qué te parece?− respondí con mirada de sapo

Volví a la sala pisando fuerte el suelo, desafiando el equilibrio, y me metí en el saco. Entonces Mama Ayahuasca me bendijo, no pude saber de dónde venía esa pazfelicidadamrorisacontentonaturalezaexpanciónasaborselvaescencia ........
Donde me sentí más vivo que nunca.
La mente estaba a un lado diciéndome cosas a la oreja, después esto se lo tenemos que contar a Agustín que es cura y lo entenderá y mañana voy a decirle a Maco que esta fue más fuerte que la ultima y…..y…..y……..
Eran voces fuera de mí porque yo estaba en medio de la selva. Sonaban sonidos, vómitos, susurros de los ayudantes acudiendo al personal. Pronto la oscuridad dio lugar a un rumor de maracas y la sublime canción del Icaro en la voz del Chaman.


Evangelino Murayay - Icaro de la Ayauasca - 6:46


“Ayahuasca Ayahuasquita, mamakumi mamakumi, laralala, laralala”

La mujer amazónica se me echó encima con un peso telúrico, sentí que me paría una catarata, todo olía a piedra con musgo, a vida cruda y ardiente. La mujer me dijo, eres un bebe, dije sí, sí, y me chupé el dedo gordo y ella me acarició suave la cabeza. Ella supo antes que Maco y yo éramos hermanos, y supe que en otra vida éramos bandidos acostumbrados a huir a todo galope, y me vi, a todo galope, llevando a Maco en ancas huyendo del marido furioso de una esposa infiel.
−Siéntate ahora compañero –me dijo la mujer− que el maestro te va sanar.
Me senté
Maco sentado a mi lado era Marlon Brando en Apocalipsis Now.
El chaman sopló el humo del cigarro sagrado sobre nuestras cabezas y aun hoy cuando escribo esto siento la suerte de ser bendecido por la selva que, aunque los asuras esbirros la exterminen en un próximo futuro, seguirá siempre dentro de mí, bailando, y cantando el Ícaro inmortal.

“Ayahuasca, Ayahusquita, mamakumi chuia, chuia muski, laralala, laralá”

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