viernes, 12 de febrero de 2010

VICAYA ANTIPATRIA


Volviendo de nuevo al maestro Vizcaya, este fragmento de la primera parte de la novela que ya mencioné, trata de un Sat San que da Vizcaya sobre el nacionalismo.
Como se suele advertir en el cine, está “basado en hechos reales”




VIZCAYA Fragmento de la 1ª parte


Cuando me senté en la mesa de Vizcaya el señor Felipe ponía otro cigarrillo en la boquilla. Pedí un marroncito pensando en el balazo que podía recibir Vizcaya igual, igual, que el uruguayo que mataron en San Bernardino. El señor Felipe sonreía como una inocente viejecita meneando la papada de su cuello. Su acento era aun más chileno que el de Vizcaya, y lo entonaba con entusiasmo cuando refería a Chile enfatizando el país como si fuese una familia. “En ¡Chile! Somos más discretos para mirar las mujeres” “¡Allá! Nos mostramos como caballeros pueheuvon, de puro tímido que somos nomás!” Lo vi a Vizcaya preparando un ataque porque el señor Felipe, ávido de sabidurías ocultas, no soltaba a Chile de sus espaldas.
−El nacionalismo es otro producto de la ilusión – dijo Vizcaya de repente – no existe, se forma en la mente y muere en la mente, es efímero como una amapola con la diferencia de que a la amapola la puedes palpar, en cambio ¿Cómo haces para palpar el nacionalismo?
Vizcaya me miraba fijo evitando ser directo con el señor Felipe que chupaba su boquilla con cierto disgusto mirando hacia el fondo del bar
−El hombre desde que nace necesita guarecerse en el grupo que sea ¡Soy comunista! Estoy en el partido (Era gracioso como Vizcaya representaba los personajes levantando el pecho) ¡Soy abogado, huevón! Soy Pérez Iturralde. Soy católico, ¡Soy chileno! Tengo patria y ¡es mía! (Pausa. Felipe frunciendo los labios) pero vienes tú de pronto y le arrancas la religión, le arrancas el título de abogado y solo le queda ser chileno. Entonces, si le quitas la nacionalidad le queda ese mísero Pérez Iturralde. Le arrancas el nombre de cuajo y sobreviene el terror. Se encuentra que solamente es, y nada más, y eso le da pánico, entonces corre urgente a meterse todas las capas, alcanza a su grupo, a su gente, necesita su nombre otra vez, que lo reconozcan en la sociedad, se disfraza con su religión, con su nación y de este modo pierde el paraíso (Pausa. Vizcaya toma la leche con concentración de brujo) Cuando solamente eres ya no hay seguridad de nada, te ves libre al darte cuenta que la seguridad es también una mentira pintada por la imaginación. Cuando solo eres recibes la soledad del universo y ¡es hermoso!
Vizcaya iba adquiriendo la cara de un poseso, Felipe en cambio bajando los ojos se atrevió a decir – Pero... a mí me parece que la patria es algo más que el nacionalismo, el nacionalismo es el inventado, en cambio la patria... no sé, tiene como gusto a madre, es tu tierra, tu contacto con esa naturaleza, tus montañas, tus mares, tus ríos.
En la respuesta parecía que Vizcaya iba a levantarse de la silla.
− ¿Tus mares? ¿Tus ríos? Y ese río tuyo al pasar la frontera del norte ya deja de ser tuyo y es boliviano ¡No es cierto! Ahí estas corroborando lo que quiero decir, me ayudas a desarrollarlo, y hasta en el mar han marcado una ilusoria línea que nadie tiene claro donde está pero es la marca de “tu mar”. Hay que entender que la tierra era la misma mucho antes de que tú seas un esperma juntándose con el óvulo, antes, mucho antes de que vengan unos cuantos huevones y le pongan un límite y le bauticen con un nombre y para peor de males como símbolo levanten un palo con un trapo de colores al que llaman; la bandera, para señalar la propiedad de ese territorio. ¡La tierra pertenece al universo!, y a sus leyes. Pero el hombre la quiere poseer y ahí radica el grave peligro, le llama patria, y dice que es como su madre. Yo te voy a hacer una pregunta Felipe, cuando tú era un chiquillo de cinco años y veías los animales y las playas y el bosque, ¿le llamabas patria a eso?
No pero...
Pero con el tiempo ese niño cree religiosamente lo que le dicen los mayores y año tras año van formando ese soldado que amará a su patria como a su madre, le dirán que su patria es sagrada y entonces jurará dar su propia sangre por el trapo de colores que representa esa gran madre de mentira que le insertaron en el cerebro. Y no te sugieren que ames la bandera. ¡Te obligan! ¡Ama a tu bandera o te fusilamos! ¡Eso mismo! ¡Hay que hacerse la paja por el trapo de colores! (el señor Felipe miraba con angustia hacia algo indefinido) Entonces llega el día en que estalla la guerra. La Gran Guerra es necesaria para que la clase dominante siga moviendo los hilos de la economía mundial, pero eso no se lo pueden decir al pueblo, no no no, ¡prohibidísimo! Al pueblo hay que decirle que el enemigo nos quiere quitar la patria, que nos van a arrebatar la bandera y romperla como si violaran nuestra madre, y como tú ya tienes los símbolos impresos en la osamenta a lo largo de años y años de hipnosis en la escuela, te pones ¡el puto uniforme!, ¡el puto casco!, y sales con la metralleta hecho un héroe. ¡Míralo, míralo! (ahora se dirigía a mí) ¡Míralo! Allí va el pobre soldadito, míralo como cae ensangrentado, lleno de orgullo, acribillado a balazos por una tierra inventada con un nombre inventado y por un trapo de colores también por supuesto inventado. Esta muerto ¡Aquel niño que se encantaba con los animalitos es ahora este muerto boca abajo en la tierra! (Vizcaya lo veía y lo señalaba en el suelo del bar) ya no va a oír más a los pájaros, no volverá a ver el sol en los campos de trigo ¡Míralo! Es tan joven el huevon, y está muerto. Su madre no lo sabe, lo está esperando y no lo sabe. No sabe que su hijo es uno más en la lista de víctimas que mañana aparecerá en los periódicos. Pasado mañana ya no será noticia... murió defendiendo nuestra bandera (Se respaldó resoplando, miró al señor Felipe y gritó) ¡Yo me cago en la bandera chilena!
El señor Felipe en postura de castigado no quería levantar la vista.
Si tengo que cagar en el campo – siguió Vizcaya con tono áspero – y no tengo con qué limpiarme pero encuentro a mano una bandera ¡del país que sea!, me limpio el culo tan a gusto, además la tela te limpia a fondo, mucho mejor que cualquier papel.
Se me había enfriado el marroncito. Cuando Vizcaya hablaba no solo desaparecía el bar Urdaneta sino el café que uno tenía a mano. Soltaba las palabras con una ferocidad y mímica tal, que las imágenes se volvían nítidas hasta parecer reales y uno quedaba chupado como en el cine o absorto como en un buen libro de esos que tratan de algo que nos pertenece. Y Vizcaya mismo se olvidaba del mundo que tenía alrededor. Con este tema de la patria solo existíamos el señor Felipe y yo. Algunos pasaron por la mesa y le palmearon el hombro pero él ni los sintió. Cuando estuvimos atentos al pobre soldadito que lo acribillaban a balazos se oyeron los gritos en el fondo del bar de una bronca que hubo por un partido de ajedrez. Un grandote tiró el tablero al suelo, se estrelló una copa, mucha gente gritó, sin embargo ante la mirada fija de Vizcaya, la pelea sonaba en ecos lejanos que se disolvían en el poder de esos ojos que brillaban como los de un animal salvaje.

1 comentario:

ani dijo...

Hola Jose, que bueno estas ahi de nuevo, buenos aires es una olla a presion!!!!!!!!!!!
Te mando un beso grande, Ani