viernes, 5 de febrero de 2010

otra de Vizcaya

Este es un fragmento de la novela que lleva años cocinándose y que algún día se encontrará a sí misma en unos cuantos papeles (que tal vez sirvan para envolver chorizos)

Frag de la 1ª parte: VIZCAYA


La pensión de Vizcaya era una vieja casona de rejas coloniales y largo patio rodeado por las puertas de los cuartos. Habíamos quedado en que yo lo buscaría cada mañana y si no lo encontraba en los lavabos de afuera cepillándose los dientes, golpearía la puerta de su habitación.
Pasa, pasa – lo sorprendía generalmente en la cama con un libro esotérico en ese cuarto diminuto de tres metros por uno y medio. No tenía más que un armario y su cama con la mesilla de luz. En el aire encerrado se sentía el tufo picante de las medias que de ser otro me hubiese chocado pero Vizcaya decía o me aceptas como soy o te vas a la chucha. Si te molesta, es que no has sabido percibir la sabiduría que se esconde detrás de este olor a pata.
El primer día que fui le dije que su cuarto era pequeño – Esto para mí es más grande que un palacio – me respondió – todo lo que necesito para vivir lo ves aquí, el lugar donde esta mi ropa y los cuadros que me dan de comer, la cama, la mesilla con los libros, y la lampara que alumbra la sabiduría por aprender, ¡Que más huevón! Me siento riquísimo, mi cama es como la gran sala donde se juntan pensamientos altos, muy altos, aquí en esta cama yo aprendo mucho mas que miles de ciudadanos que caminan por las calles con el coco vuelto una pelota de nervios porque llegan tarde, porque las cosas no les salen como habían proyectado.
Se levantó y se puso los pantalones del viejo traje.
El que tiene la mente clara y limpia es porque ha barrido la basura durante muchas vidas, porque no te creas que esto es soplar y hacer botellas −Seguía diciendo en el lavabo– el trayecto es largo, muy largo, por eso es lógico que exista la reencarnación, imagínate todas las vidas que le faltan a estos huevones que van atareados por las calles, toda esa gente haciendo colas en los edificios públicos, tendrán que morir y nacer tantas veces para llegar a entender como tú por donde va el verdadero camino.
Salimos con los cuadros metidos en las fundas hacia una cafetería – Ya lo sabes – afirmó levantando el dedo – no me hubieses encontrado nunca de no haber hecho un buen recorrido por siglos pasados.


Le gustaba soltar sus alegatos en plena calle deteniéndome contra la pared para hacerme espectador de una verdadera performance. Vizcaya utilizaba el teatro y la mímica para que las “verdades penetren en la misma piel”.
Al regreso de las ventas en una esquina me gritó - ¡Uno! Uno, solamente uno es el que se destruye, se hunde o se salva. El conocimiento es una investigación propia de antropólogos que cavan hondo sacando lo viejo, revisándolo, y uno en este caso se ¡auto-inves-tiga! Hay que saber con quien se esta tratando, ¡quien! tenemos delante, a ver, a ver (sacudió las manos como exigiendo) a ver, a ver, que pasa aquí, cuántos prejuicios hay, cuántos condicionamientos, cuántas identificaciones, cuántas proyecciones ¡Por qué! ¡Desde cuando! Mira, suponte que ahora pasa un tipo por aquí y al verte te grita ¡Coño de madre, hijo de puta! Y tú te enciendes y le pegas. Se arma una casa de putas en esta misma esquina y acaban los dos sangrando o termina uno con la cabeza rota, y lo que es peor, con heridas por dentro que no se pueden suturar. Muy Bien, ahora viene la pregunta, ¿Quién es el culpable? Hay un único culpable.
−El tipo que me insultó.
Vizcaya riéndose con ganas me palmeaba el hombro.
¡Eres tú! Tú eres el único culpable y nadie más huevon, porque de ti solamente dependía que no haya pelea ¿Qué ocurrió? ¿Te ofendió? Ahh, perdón, ¿A quien ofendió? ¡A mí! Ahh sí, ¿Y quien es ese “mí” que se siente tan ofendido? Repitamos la escena cambiándola, (Vizcaya se alejó unos pasos imitando al agresor) viene el tipo y te dice hijo de puta y te empuja diciendo que te va a sacar la chucha pero como para ti no hay adversario el tipo no encuentra el punto de apoyo y se aleja refunfuñando. No hubo golpes, no hubo heridas, y te quedas en calma como una seda con el alivio de haber cambiado una situación. Hay que tener algo más que cojones para hacerlo.
−Es verdad.
−Sin embargo la gente no lo sabe, aunque quieras explicárselo a gritos no te escuchan porque están soñando, sueñan, sueñan, y ya no les basta defender su falsa personalidad sino que han llegado a matarse por culpa de un juego con la pelotita ¿Sabes? El año pasado en uno de estos bares de la Candelaria mataron a un uruguayo en una bronca de esas de futbol, le pegaron un tiro y lo dejaron ahí seco en el suelo de un bar, y todos se quejan del salvaje que le metió el tiro. Pero la culpa la tiene el uruguayo, la víctima es culpable de su propia muerte por identificarse nada menos que con un cuadro de futbol ¡Y no hubiese muerto si supiese la huevada que estaba defendiendo! Ves qué claro lo tienen los hindúes cuando hablan de la Maya, la ilusión, entendís, murió de un tiro por causa de la ignorancia. Hoy estaría vivo si hubiese roto la Maya.

2 comentarios:

Jorge Kelson dijo...

vizcaya tiene la sabiduría de la vida, lo que enseña la calle, algo que los eruditos desde sus cátedras nunca conocerán...

José Rivarola dijo...

Vizcaya era un guru urbano, su ashram; la primera mesa del café bar Urdaneta, donde agarrado firme a un vaso de leche caliente daba el sat san.