En 1985 estaba yo en medio del Sahara montado en un jeep comando con dos catalanes. Uno con las clásicas gafas y aire aburrido. El otro en cambio parecía alemán, era rubio fuerte y por suerte mecánico. El jeep de carrocería roja, propiedad del gafoso, cumplió 25 años en medio del desierto. Los festejamos con una botella de whisky, que el jeep no bebió.
Llevábamos en la parrilla dos bidones de gasolina, dos bidones de agua, y una nota de la policía de Reggane que entre varias advertencias figuraba “Pa foulle” “no enloquezcan”.
Se entiende esa nota cuando la locura se asoma por la ventanilla de un jeep que cruza el gran desierto. Cuando se siente uno ampliándose más allá del cuerpo y en el instante siguiente uno es una bacteria en el desolado planeta. Las relaciones…bueno…hay que cuidarse. Los catalanes se habían traído solo dos cassete. Opera Salvaje de Vangelis y “La Puerta de Alcalá” de Ana Belén,, Vangelis era la música de fondo para andar por el desierto, pero cuando sonaba “La Puerta de Alcalá” mi cara se agriaba como si me inyectaran jabón líquido de baño público. Duró poco el martirio. En un tramo paramos el jeep, los catalanes se bajaron para ver no sé que cosa en las ruedas, yo tomé finamente el cassete entre mi pulgar y mi índice, y Ana Belén voló con su puerta de Alcalá por los aires del Sahara. Al día siguiente los catalanes los buscaban hasta debajo de los asientos. “Si estaba aquí, ¿donde está la puerta de Alcalá? Y yo me mordía la lengua para no decirles, “miralá miralá miralá, allá en el carajo está”
La ruta del deseierto en el Tanezrouft esta marcada por postes cada diez kilómetros que guian el rumbo hacia el sur. Nos turnábamos al volante. Me tocó conducir a la tarde. Oscurecía, les dije era un buen momento para parar y acampar. No, me dijeron, sigue, sigue más adelante hasta que anochezca. En el desierto de tierra hay pequeñas dunas del tamaño de un cocodrilo o de una foca, que en lo oscuro parecen simples sombras. Cogí una a buena velocidad, el jeep saltó como una langosta y los catalanes estrellaron sus cabezas contra el techo, pero yo no, porque me aferré al volante. Entonces, con las manos en las cabezas, dijeron que pare, que ahí había un buen sitio para acampar. Aunque todo el desierto parece el mismo sitio.
Por la noche el firmamento estaba tan cerca que podía caerme hacia arriba y perderme detrás de las infinitas luces. Un ratón de grandes orejas cenó con nosotros, su palto era la tapa de un frasco con diez guisantes hervidos que el ratón los cogía con ambas manos. Luego el ratón quiso entrar en la tienda a dormir pero los catalanes no le dejaron, y gimió un rato largo hasta que se escuchó el silencio que precede a los sueños
En el desierto como en la montaña los sueños son intensos con colores radiantes, y suenan voces, la voz de Karuna en el jardín, papá, papá, te voy a mostrar un perro, y suenan gritos, aullidos, un perro gigante como un edificio acaba de engullirse medio pueblo, y duerme o está muerto con las patas rígidas. Y suena Karuna cantando con risas que parecen cornetas, y suena una voz tan aguda que ensordece, y los colores brillan con tal intensidad que hieren en los ojos
Amaneció. Abrí la cremallera de la tienda y me vi en medio de una inmensidad clara y tranquila, por aquí, por allá, por todas partes, veía el mismo horizonte que tiene el océano. El mínimo ruido lejano se escuchaba cerca como si la distancia no existiera, y el suelo estaba marcado por huellas de chacales. De modo que, me dije, en esta desolación hay cantidad de vida, sobretodo cantidad de alma, y el viento pasa hacia el oeste para peinar las dunas de Mauritania.
El café negro, entonces, es lo mejor cuando todavía hace frío y las primeras claridades de aquella vastedad indican que otra vez empieza el mundo.
To be continued.
Proximo. “Tuareg”
Llevábamos en la parrilla dos bidones de gasolina, dos bidones de agua, y una nota de la policía de Reggane que entre varias advertencias figuraba “Pa foulle” “no enloquezcan”.
Se entiende esa nota cuando la locura se asoma por la ventanilla de un jeep que cruza el gran desierto. Cuando se siente uno ampliándose más allá del cuerpo y en el instante siguiente uno es una bacteria en el desolado planeta. Las relaciones…bueno…hay que cuidarse. Los catalanes se habían traído solo dos cassete. Opera Salvaje de Vangelis y “La Puerta de Alcalá” de Ana Belén,, Vangelis era la música de fondo para andar por el desierto, pero cuando sonaba “La Puerta de Alcalá” mi cara se agriaba como si me inyectaran jabón líquido de baño público. Duró poco el martirio. En un tramo paramos el jeep, los catalanes se bajaron para ver no sé que cosa en las ruedas, yo tomé finamente el cassete entre mi pulgar y mi índice, y Ana Belén voló con su puerta de Alcalá por los aires del Sahara. Al día siguiente los catalanes los buscaban hasta debajo de los asientos. “Si estaba aquí, ¿donde está la puerta de Alcalá? Y yo me mordía la lengua para no decirles, “miralá miralá miralá, allá en el carajo está”
La ruta del deseierto en el Tanezrouft esta marcada por postes cada diez kilómetros que guian el rumbo hacia el sur. Nos turnábamos al volante. Me tocó conducir a la tarde. Oscurecía, les dije era un buen momento para parar y acampar. No, me dijeron, sigue, sigue más adelante hasta que anochezca. En el desierto de tierra hay pequeñas dunas del tamaño de un cocodrilo o de una foca, que en lo oscuro parecen simples sombras. Cogí una a buena velocidad, el jeep saltó como una langosta y los catalanes estrellaron sus cabezas contra el techo, pero yo no, porque me aferré al volante. Entonces, con las manos en las cabezas, dijeron que pare, que ahí había un buen sitio para acampar. Aunque todo el desierto parece el mismo sitio.
Por la noche el firmamento estaba tan cerca que podía caerme hacia arriba y perderme detrás de las infinitas luces. Un ratón de grandes orejas cenó con nosotros, su palto era la tapa de un frasco con diez guisantes hervidos que el ratón los cogía con ambas manos. Luego el ratón quiso entrar en la tienda a dormir pero los catalanes no le dejaron, y gimió un rato largo hasta que se escuchó el silencio que precede a los sueños
En el desierto como en la montaña los sueños son intensos con colores radiantes, y suenan voces, la voz de Karuna en el jardín, papá, papá, te voy a mostrar un perro, y suenan gritos, aullidos, un perro gigante como un edificio acaba de engullirse medio pueblo, y duerme o está muerto con las patas rígidas. Y suena Karuna cantando con risas que parecen cornetas, y suena una voz tan aguda que ensordece, y los colores brillan con tal intensidad que hieren en los ojos
Amaneció. Abrí la cremallera de la tienda y me vi en medio de una inmensidad clara y tranquila, por aquí, por allá, por todas partes, veía el mismo horizonte que tiene el océano. El mínimo ruido lejano se escuchaba cerca como si la distancia no existiera, y el suelo estaba marcado por huellas de chacales. De modo que, me dije, en esta desolación hay cantidad de vida, sobretodo cantidad de alma, y el viento pasa hacia el oeste para peinar las dunas de Mauritania.
El café negro, entonces, es lo mejor cuando todavía hace frío y las primeras claridades de aquella vastedad indican que otra vez empieza el mundo.
To be continued.
Proximo. “Tuareg”
1 comentario:
jajaja!! pas foulle era porque seguro vieron La puerta de Alcala!!!!
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