Por ejemplo aquella vez en la ruta a Mar del Plata la mañana dio una luz rarísima en el asfalto, como si lo ampliara, como si abriese las cortinas mostrando la gran pantalla del mundo. Mi primo Ricardo y yo hacíamos autostop pero en el fondo no queríamos que pare ningún coche por el asfalto y algo que venía de un cartel que anunciaba alfajores y unos pinos que ocultaban la orilla del mar y el cielo que tenía algo del calor del asfalto y los coches que eran colores tan brillantes que pasaban rápido en un silencio total y el pulóver verde de Ricardo, y tuvimos suerte porque nadie nos recogió hasta el mediodía cuando paró una camioneta que llevaba fardos de alfalfa. El sol se reflejaba entero en el techo de la camioneta y me costó subir, ¡qué pena dejar ese lugar!, donde nada era importante como para que el recuerdo se vuelva tangible, al como de repetirse en tantos momentos de mi vida, al colmo de sentir que estoy ahí.
− Hey Ricardo, mirá, paró una camioneta.
− ¡Uyyyy!, ¡qué lástima!
¿Y eso?... ¿Ricardo sintió lo mismo que yo?
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lunes, 31 de agosto de 2009
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4 comentarios:
Aquí andamos, entre la alfalfa seca y las boñigas de vaca.
Interminables hemisferios entre dos campos de silencio y vacío.
Y el niño este año no va a la tierra del color, y el olor...
Recuerdo el frío del amanecer, los círculos de los insectos sobre las
tazas inmóviles, la posibilidad de un abismo lleno de luz bajo las
ventanas abiertas para la ventilación de la enfermedad, el olor triste
de la sosa cáustica.
Pájaros. Atraviesan lluvias y países en el error de los imanes y los
vientos, pájaros que volaban entre la ira y la luz.
Vuelven incomprensibles bajo leyes de vértigo y olvido.
No tengo miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino, veo
una playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad cuyo
dolor no me concierne.
Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la muerte.
Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza.
Eres sabio y cobarde, estás herido en las mujeres húmedas, tu
pensamiento es sólo recuerdo de la ira.
Ves la rosas temibles.
Ah caminante, ah confusión de párpados.
Hay una hierba cuyo nombre no se sabe; así ha sido mi vida.
Vuelvo a casa atravesando el invierno: olvido y luz sobre las ropas
húmedas. Los espejos están vacíos y en los platos ciega la soledad.
Ah la pureza de los cuchillos abandonados.
Amé todas las pérdidas.
Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.
Antonio Gamoneda
haberos metido el dedo en el bolsillo.
saludos.
Me Tis
nos nos dimso cuenta, la proxima vez mano entera en el bolsillo.
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