Hace un tiempo atrás, allá por el final del siglo XX haciendo de guía en el sur de la India tenía en mi grupo a una chica de Madrid muy solitaria. Apenas se comunicaba con los demás y en el viaje se sentaba en el último asiento y se fumaba un porro mirando los arrozales que pasaban por la ventanilla.
No me acuerdo de su nombre, pero si de sus ojos, miraba como cansada y sorprendida a la vez.
Los últimos días tomando unas cervezas en el Mondegar de Bombay me contó esta historia que la voy a reproducir con su voz:
“El año pasado anduve por el norte de la India y mira lo que me pasó en Jaipur. Había una mujer que vendía collares de mostacillas sobre un tapete en la calle. Me paré a mirar y la mujer levantó un par de colares y me dijo, le van a quedar muy bien en su cuello, le dije que yo no usaba eso. Entonces lléveselo para su madre. Le dije que no tenía madre ni padre, lo cual es cierto. Llévelos para su hermana, me dijo levantando la voz. No tengo hermanas, le dije. ¿No tienes a nadie?, me preguntó. No, dije, no tengo a nadie.
La mujer recogió el tapete con todos los collares desordenados, los metió en una bolsa, me tomó de la mano y me llevó por calles de casas chatas, bajamos una pendiente y entramos en una casa muy humilde que no tenia muebles, solo esterillas en el suelo y una cocina donde había una anciana que me la presentó como su madre.
Nos sentamos en la esterilla, la anciana me sirvió un té y la mujer con la voz cortada como si fuese a llorar, me dijo:
- A partir de hoy yo soy tu hermana y esa mujer es tu madre.”
jueves, 8 de noviembre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
estaba echando de menos tus hipnóticas historias.
un abrazo.
Publicar un comentario