sábado, 1 de diciembre de 2007

Ese YO

A ver si de una vez por todas podemos negociar con nuestro yo que no para de decirnos lo que hay que hacer, lo que hay que hablar, y para colmo lo que hay que pensar.
¡¡Jamás!!, hacer caso a esas sectas o religiones que recomiendan aniquilar el yo. Porque a la mínima intención de tocarlo el Yo crece y se hace YO, YO, YO. YO
Creo que el mejor sistema es invitarlo al bar a tomar unos vinos, y al rato el yo, José, se pone en ese estado “semipedotoso” (Maco sentence) y pronto se larga a reír y a soltar todo tipo de disparates hasta la cuarta copa cuando con voz gangosa empieza a declarar eso de que está contento con la vida, y otras cosas por el estilo
A partir de esa fiesta el yo se nos hace amigo por fin y solito sin darse cuenta se mete en el bolsillo.
Cabe entonces la posibilidad de que ese yo, José, o como se llame, se asome entre los botones de la camisa, o se asome por la bragueta o se asome por la botamanga, y nos pregunte: … ¿Y ahora qué hago?

La respuesta será imposible. Porque nosotros al no tener yo, no vamos a poder ni siquiera decirle;
¡qué sé yo!, búscate la vida.